Page 141 - El Misterio de Belicena Villca
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Portugal al casarse con Alfonso III. Como tal anexión lesionaba los derechos
antiquísimos que la Casa de Tharsis tenía sobre la región, la Corona de Portugal
compensó al Caballero Odielón de Tharsis Valter con el título de “Conde de
Tarseval”. En verdad, en el Escudo de Armas que Portugal entregó a la Casa de
Tharsis, se hallaba inscripta en jefe la leyenda: “Con. Tars. et Val.”, con la que
se abreviaba el título “Conde de Tharsis y Valter”; la posterior lectura directa de la
leyenda terminó por aglutinar las sílabas de la abreviatura y formar aquella
palabra “Tarseval” que identificó a la Casa de Tharsis en los siglos siguientes. El
diseño de aquel blasón fue el producto de una ardua negociación entre Odielón y
los Heraldos portugueses, en la que el nuevo Conde impuso su punto de vista
apelando a la diferencia de lengua y a una explicación antojadiza de los
emblemas solicitados. Suponiendo que en la antigua Lucitanía nada recordaban
ya sobre la Casa de Tharsis, reclamaron el grabado de muchos de los Símbolos
familiares en el Escudo de Armas: y ellos fueron aceptando, así, la presencia de
los gallos como “representación del Espíritu Santo a diestra y siniestra de las
Armas de Tharsis”; al barbo unicornio, animal quimérico, como “el símbolo del
Demonio que rodea el ombligo de la Casa de Tharsis”; a la fortaleza en el
ombligo como “equivalente a la antigua Propiedad de la Casa de Tharsis”; a los
ríos Odiel y Tinto como “propios del país y necesarios para definir la escena”;
etc.; y, finalmente, incluyeron la imagen de la Espada Sabia “como expresión de
la Dama, a la sazón la Virgen de la Gruta, a la que los Caballeros de Tharsis
estaban consagrados”; sobre la hoja, los Heraldos grabaron el Grito de Guerra de
los Señores de Tharsis: “Honor et Mortis”. El siguiente Rey de Castilla y León,
Sancho IV, reintegró la región de Huelva a la Corona de Castilla e instaló como
Señor a D. Juan Mate de Luna, pero asimiló el título y las Armas de la Casa de
Tharsis a dicho Reino. Como veremos enseguida, el Condado de Tarseval,
víctima de gran mortandad años antes, estaba entonces enfeudado por un
Caballero catalán, quien había cedido derechos de su floreciente Condado
mediterráneo a cambio de aquellas lejanas comarcas andaluzas.
Había transcurrido más de un siglo desde que Bera y Birsa ordenaron a los
Golen ejecutar dos misiones: cumplir la sentencia de exterminio que pesaba
sobre los Cátaros y edificar un Castillo Templario en Aracena. La primera
“misión”, como se vio, fue llevada a cabo con esmero por los Golen
Cistercienses; sobre la segunda, en cambio, aún no se había avanzado nada.
Mientras Fernando III el Santo reconquista Sevilla en 1248, y su hijo Alfonso X el
Sabio se apodera en 1258 del Algarve y Huelva, el Rey Sancho II de Portugal,
poco antes de morir en 1248, conquista Aracena, plaza que pasa a integrar la
Corona de Castilla en 1252. Es de suponer entonces la premura con que
actuaron los Templarios desde el momento mismo en que se reconquistó la plaza
de Huelva. Ya en 1259 habían obtenido una cédula de Alfonso X que los
autorizaba “a ocupar un predio en la sierra de Aracena y fortificarla
convenientemente, a los efectos de albergar y defender una guarnición de 200
Caballeros”. Sin embargo, años antes que tal cédula fuese emitida, los
Templarios habían localizado la Cueva de Odiel, trazado los planos, y excavado
los cimientos del Castillo. Toda la Cadena de Aracena quedó por varios años bajo
control Templario, incluido el pueblo de Aracena y varias aldeas menores. Pero
los miembros del Pueblo Elegido que acompañaban a los Templarios en la
empresa, no venían a un lugar desconocido: el nombre de Aracena, en efecto,
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