Page 143 - El Misterio de Belicena Villca
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pasarían muchos años antes que los lugareños se atreviesen a acercarse a la
                 Colina del Castillo de Aracena.
                        Pero esta tarea no fue todo lo que emprendieron los Templarios contra la
                 Casa de Tharsis en esos años: el  Castillo de Aracena  era una obligación
                 impuesta por los Inmortales, a la  que habían dado fiel cumplimiento; ahora
                 esperarían pacientes el regreso de Bera y Birsa para que Ellos lo empleasen en
                 sus planes. Mas esa paciencia no significaba inmovilidad; por el contrario, no bien
                 que fueron reconquistadas las regiones  en poder de los árabes, la Orden se
                 lanzó a  una campaña de ocupaciones en todo el país de Huelva, ora asentando
                 guarniciones en fortalezas y ciudades rescatadas, ora construyendo nuevas
                 iglesias y fortificando plazas. La distribución de tales ocupaciones no ocurría al
                 azar ni mucho menos sino que obedecía a una rigurosa planificación, cuyos
                 objetivos no perdían nunca de vista la necesidad de rodear a la Casa de Tharsis
                 y conspirar contra el Pacto de Sangre. Para recordar sólo los más importantes
                 sitios de esos despliegues vale la pena mencionar la cesión obtenida sobre el
                 Convento de Santa María de la Rábida, en Palos de la Frontera, frente a Huelva,
                 del cual ya volveré a hablar. O la posesión completa de Lepe, la antigua Leptia de
                 los romanos, situada a seis kilómetros de Cartaya, con el propósito manifiesto de
                 controlar la desembocadura del Río Piedras, por donde suponían que podrían
                 navegar secretamente los Señores de Tharsis. O el sospechoso interés por
                 residir en la insignificante Trigueros,  a 25 kilómetros de Valverde del Camino,
                 muy cerca de Turdes, donde construyeron la iglesia parroquial que aún existe: es
                 que Trigueros, antigua población romana, se halla enclavada en medio de una
                 fértil y extensa campaña que constituía en tiempos remotos el corazón de la
                 tartéside ibera; en sus campos, se hallaban diseminados sabiamente decenas de
                 dólmenes y meñires, herencia del Pacto de Sangre, que los Templarios se
                 dedicaron en esos días a destruir prolijamente: sólo se salvó un dolmen en la
                 Villa de Soto, que puede visitarse hoy día, pues los Señores Moyano de la Cera,
                 de la Sangre de Tharsis y tradicionales fabricantes de dulces y mieles, impidieron
                 a los Caballeros de Satanás concretar su infame misión: Villa de Soto se halla a 5
                 kilómetros de Trigueros y el dolmen se encuentra en la “Cueva del Zancarrón de
                 Soto”.
                        En la Casa de Tharsis, como es lógico, aquellos movimientos no pasaron
                 desapercibidos y obligaron a los Señores de Tharsis a tomar algunas
                 precauciones: fortificaron también la Villa de Turdes y la  Residencia Señorial,
                 pues creían que los Golen se aprestaban a lanzar una  Cruzada contra ellos
                 pretextando alguna herejía, quizá denunciando el Culto a la Virgen de la Gruta; y
                 estacionaron en la plaza una fuerza  de quinientos almogávares y cincuenta
                 Caballeros, que era lo más que se permitía armar al Conde de Tarseval para
                 otros fines que no fuesen los de la Reconquista. Lamentablemente nada de eso
                 sería necesario, pero los Señores de Tharsis no acertaron, una vez más, a
                 prevenir los planes diabólicos de Bera y Birsa.

                        A todo esto, se preguntará Ud., Dr. Siegnagel, qué fue de la Espada Sabia,
                 desde el día en que cayó Tartessos y las Vrayas la ocultaron en la Caverna
                 Secreta. La respuesta es simple: permaneció en la Caverna todo el tiempo, es
                 decir, durante unos mil setecientos años hasta ese momento. Se llevó a cabo,
                 así, el juramento que hicieron entonces los Hombres de Piedra: la Espada Sabia
                 no sería expuesta nuevamente a la luz del día hasta que no llegase la

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