Page 148 - El Misterio de Belicena Villca
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precisión, el espejo de un pequeño lago subterráneo, el cual estaba nutrido por
                 un hilo de agua de ínfimo caudal.  También se debía interrumpir
                 momentáneamente aquel  afluente, desviando el  erosionado canal de
                 alimentación. Y había que distribuir en determinados lugares, en torno del lago,
                 siete candelabros Menorah.


                 Vigesimoquinto  Día


                        Los Inmortales expusieron la situación actual al cisterciense, al Templario,
                 y a los Rabinos: el Supremo Señor de la Fraternidad Blanca, “Ruge Guiepo”, y
                 el Supremo Sacerdote, Melquisedec, habían recibido con disgusto la traición de
                 Federico II y su pretensión de erigirse  en Emperador Universal. Aquellos actos
                 debilitaron el poder del papado e impidieron hasta el  presente concretar los
                 planes trazados durante siglos por los Golen: aún era posible el triunfo pero se
                 debía obrar con mano dura; eliminar de raíz toda posibilidad de oposición. La
                 Cruzada contra los Cátaros había sido un éxito pero llegó tarde para impedir la
                 nefasta influencia del Gral. Por estas razones, Ruge Guiepo ordenaba, en primer
                 lugar, exterminar el linaje maldito de los Hohenstaufen y desalojar a la Casa de
                 Suavia de los Reinos sicilianos: tales directivas ya les habían sido comunicadas
                 al Papa Clemente IV. En segundo término, el Bendito Señor mandaba ejecutar de
                 inmediato la antigua sentencia que pendía sobre la Casa de Tharsis: en la
                 Fraternidad Blanca no se olvidaba que la Piedra de Venus de los tartesios no
                 pudo ser encontrada hasta entonces; y ahora no era posible  arriesgarse a la
                 aparición sorpresiva de un nuevo Gral. La solución consistía en eliminar  ipso
                 facto a sus poseedores y posibles operadores.
                        El Amado de El Uno deseaba que esta vez la misión de los Inmortales se
                 aproximase a la perfección y por eso les confió, en un gesto extraordinario, el
                 Dorché, Su Divino Cetro: con él, según explicaban con excitación los Inmortales,
                 todo era posible. Aquel Cetro, de metal y piedra, formaba parte de un conjunto de
                 instrumentos que los Dioses Traidores fabricaron para los Supremos Sacerdotes,
                 cuando millones de años antes fundaron la Fraternidad Blanca y se
                 comprometieron a trabajar para mantener al Espíritu Increado encadenado en el
                 animal hombre y favorecer la evolución del Alma Creada. Con el Dorché la
                 palabra adquiría el Poder de la Palabra, y la voz se convertía en el Verbo; todas
                 las cosas creadas y nombradas por El Uno eran sensibles al Logos del poseedor
                 del Dorché; sólo lo no creado, o lo trasmutado por el Espíritu, no resultaba
                 afectado por el Poder del Cetro. Desde luego, el nombre que los Inmortales
                 daban al instrumento era otro, pero los franceses lo traducían como mejor podían
                                         1
                 en la palabra “Dorché”.
                        En resumen, El Anciano de los Días quería que no hubiesen fallas en el
                 nuevo intento de los Inmortales para destruir a los Señores de Tharsis y los había
                 dotado de un arma terrible: les había transferido Su Poder.
                        ¿Qué harían con el Dorché los Inmortales? Procurarían desintegrar los
                 fundamentos de la Estirpe actuando sobre la sangre, sobre el mensaje contenido
                 en la sangre. Y para eso necesitaban una muestra de  esa sangre, un


                 1  (Dordge en tibetano).
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