Page 152 - El Misterio de Belicena Villca
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a los planes de El Uno, pues los suyos eran, íntegros, completos en su expresión,
                 los Rostros del Odio. Un odio que ahora cobraría sus víctimas sacrificiales, la
                 ofrenda que Jehová Satanás reclamaba.
                        El Ritual, si se juzgaba por los actos de Bera y Birsa, fue más bien simple;
                 pero si se consideran los efectos catastróficos producidos en la Casa de Tharsis,
                 habrá que convenir que  aquellos actos eran el término de causas profundas y
                 complejas, la manifestación desconocida del Poder de “Ruge Guiepo”. Así se
                 desarrolló el Ritual: mientras Bera sostenía el Dorché con la mano izquierda, y el
                 brazo estirado a la altura de los ojos, Birsa levantaba la cabeza del Noyo
                 tomando un puñado de cabello con la mano derecha y colocando un cuchillo de
                 plata sobre su oído con la mano izquierda; dispuesta de ese modo la escena
                 ritual, la cabeza de Godo de Tharsis estaba suspendida a unos escasos
                 centímetros del espejo de agua;  entonces, en una acción simultánea,
                 evidentemente convenida de antemano,  Bera pronunció una palabra y Birsa
                 degolló al Noyo de un hábil tajo en la garganta; en verdad, la punta del cuchillo
                 había estado apoyada en el oído izquierdo del Noyo y, al sonar la palabra de
                 Bera, describió una curva perfecta que seccionó la garganta y concluyó en el oído
                 derecho: literalmente, el Noyo fue degollado “de oreja a oreja”; la sangre brotó a
                 chorros y se fue mezclando con el agua  en tanto Bera seguía recitando otras
                 palabras sin mover el Dorché; poco a poco ocurrió el primer milagro: el agua, que
                 apenas se iba tiñendo con la sangre, comenzó a enrojecer y a espesarse hasta
                 que todo el lago pareció ser un inmenso coágulo; para entonces, una luminosidad
                 rojiza era despedida por el agua en forma de vapor, un resplandor intenso,
                 semejante al que emitiría un inmenso horno incandescente; cuando toda el agua
                 se hubo convertido en sangre, esto es, cuando ya no caía ni una gota del cuerpo
                 exangüe de Godo de Tharsis, Bera bajó el Dorché y apuntó hacia el lago al
                 tiempo que profería un espeluznante grito: entonces el color del lago viró del rojo
                 al negro y su substancia se transformó en una especie de pez o alquitrán oscuro;
                 y allí concluyó el Ritual. Cabe agregar que tal substancia, semejante a la pez, no
                 era otra cosa más que una síntesis orgánica de un cadáver humano, como se
                 obtendría tras un período de evolución geológico de millones de años, pero
                 acelerado en un instante con el Poder maravilloso del Dorché. Aquella pez negra
                 era, pues, la esencia de la muerte física, el último extremo de lo que ha sido la
                 vida y que se encuentra escrito potencialmente en el mensaje de la sangre.
                        Pero la sangre es única para cada  Estirpe. Por eso la consecuencia
                 buscada por la magia negra de los Inmortales consistía en la propagación de
                 aquella trasmutación a los restantes miembros de la Estirpe, a los que
                 participaban de esa sangre maldita, es decir, a los Señores de Tharsis.
                 Repitiendo lo dicho antes, si se ha de juzgar el Ritual de los Inmortales Golen por
                 los catastróficos efectos producidos en la Casa de Tharsis, habrá que convenir en
                 que ocultaba un gran secreto referente al poder del sonido, al significado de las
                 palabras, y a la función del Dorché. Porque, en el mismo momento en que el lago
                 de sangre viró de color y se trasmutó en brea negra, el noventa y nueve por
                 ciento de los miembros de la Casa de Tharsis exhaló el último suspiro: sólo
                 sobrevivieron los Hombres de Piedra, vale decir, aquellos que habían trasmutado
                 su naturaleza humana con el Poder del Espíritu. Desde luego, entre ellos estaban
                 el Noyo y la Vraya, pero ambos muy viejos para procrear nuevos miembros de la
                 Estirpe. Sin embargo, a cientos de kilómetros de allí, otros Hombres de Piedra


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