Page 142 - El Misterio de Belicena Villca
P. 142

procede de la raíz hebrea  Arai que significa montañas, siendo Arunda, la
                 montañosa, sinónimo de Aracena. Esta curiosa etimología no tiene nada de
                 misteriosa si se piensa que la aldea fue fundada por los comerciantes judíos que
                 viajaban con los fenicios durante la ocupación de Tarshish, 1000 años antes de la
                 Era actual; luego fue llamada Arcilasis por Ptolomeo; Arcena por los griegos; y
                 Vriato, que resistió en ella a las legiones romanas, la denominaba Erisana. Para
                 los árabes fue Dar Hazen y, a causa de la horrible comida que los sarracenos
                 hicieron cuando los cristianos tomaron por sorpresa la villa, la Caracena mora.
                        A partir de 1259, se despacharon tropas hacia Aracena desde muchas
                 plazas de España y aún de Francia, de suerte que durante la construcción del
                 Castillo permanecieron acampados 2.000 Caballeros  asistidos por tres mil
                 hermanos sirvientes. Aquellas fuerzas se distribuyeron alrededor de las Colinas y
                 ejercieron una rigurosa vigilancia para impedir que los pobladores cercanos, de
                 Cortegana, Almonaster la Real, Zalamea la Real, u otras ciudades, pudiesen
                 acercarse y observar las obras. Los Compañeros de Salomón, el gremio masón
                 controlado por el Cister, concurrió a solicitud del Gran Maestre pues, aunque la
                 Orden del Temple contaba con su propia división especializada en
                 construcciones militares, “esta” fortaleza tendría algo diferente. En primer lugar,
                 debía poseer una gran iglesia; y en segundo término, esa iglesia tendría que
                 tener una entrada secreta que comunicase sus naves con la Cueva subterránea:
                 era imprescindible así el concurso del Colegio de Constructores de Templos.
                        El Colegio encomendó la edificación de la iglesia al Maestro Pedro Millán.
                 Este fue autorizado por el feroz Papa Golen Alejandro IV, el mismo que en esos
                 momentos excomulgaba a Manfredo de Suabia y procuraba el exterminio de los
                 Hohenstaufen y la ruina del partido gibelino, a consagrar la iglesia al culto de la
                 Virgen Dolorosa. Tal advocación, desde luego, no era casual sino que obedecía
                 al plan Golen de sustituir a la Virgen de Agartha, a la Divina Madre Atlante de
                 Navután, por una Virgen María Judía, que lloraba, estremecido su Corazón de
                 Fuego por el dolor de la crucifixión de su hijo Jesús: la Virgen de Agartha, por el
                 contrario, no lloró ni experimentó  dolor alguno en su Corazón de Hielo
                 cuando su Hijo de Piedra se autocrucificó en el Arbol del Terror y expiró,
                 sino que se alegró y derramó Su Gracia sobre los Espíritus encadenados,
                 porque su hijo había muerto como el más valiente Guerrero Blanco que se
                 enfrentara a la Ilusión de las Potencias de la Materia. La celebración del Culto
                 a la Virgen del Dolor fue  instituida, como  no podía ser de otro modo, por el
                 inefable Papa Golen Inocencio III al introducir la secuencia  Stabat Mater en la
                 Misa de los Dolores, del Viernes de la Pasión de Jesucristo. El Maestro Pedro
                 Millán levantó, pues, para los Templarios, la iglesia de Nuestra Señora del Dolor,
                 patrona desde entonces de Aracena, advocación que contrastaba abiertamente
                 con la Virgen de la Gracia y la Alegría, Nuestra Señora de la Gruta, que se
                 veneraba en el vecino Señorío de Tharsis, o Turdes. Cuando el Templo estuvo
                 terminado, se depositó en su altar la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor,
                 que aún se conserva, y recibió de Urbano IV la jerarquía de Priorato de la Orden
                 del Temple.
                        Paralelamente, se trabajaba febrilmente en la construcción del Castillo,
                 alzado junto a la Iglesia, a 700 mts. de altura, cercando con murallas y foso una
                 plaza adyacente a una torre mudéjar. Cinco años después, la iglesia y el Castillo
                 se encontraban terminados y las tropas  sobrantes, así como los hermanos
                 Constructores de Salomón, se retiraban tranquilamente de la zona; no obstante,

                                                           142
   137   138   139   140   141   142   143   144   145   146   147