Page 139 - El Misterio de Belicena Villca
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otras formas de herejía. En el primer caso, en efecto, los Señores del Perro
lograron que, bajo el cargo de “herejía”, se liquidasen con la hoguera a la
totalidad de los criminales, ladrones, degenerados y prostitutas del Languedoc:
estos, naturalmente, jamás aportaron dato alguno que sirviese a los Golen,
aunque se les hizo confesar la herejía mediante la tortura. En el segundo caso, la
Inquisición dominicana produjo un efecto no deseado por los Golen benedictinos,
que aquellos no fueron capaces de contrarrestar: justamente, por la mismas
razones que los Señores del Perro no podían impedir que los Golen
exterminasen a los Cátaros, esto es, para no quedar en contradicción con las
leyes vigentes, los Golen no podían impedir que se reprimiese a los miembros del
Pueblo Elegido, fácilmente encuadrados bajo el cuadro de herejía. Y los Señores
de Tharsis, que no habían olvidado las cuentas que con ellos tenían pendientes
desde la Epoca del Reino Visigodo de España y la participación que les cupo en
la invasión árabe, así como las intrigas posteriores para destruir a la Casa de
Tharsis, tenían ahora en sus manos, con la Inquisición, un arma formidable para
devolver golpe por golpe. Así fue como los Golen comprobaron con desagradable
sorpresa que la represión de la herejía derivaba en muchas ocasiones en
sistemáticas persecuciones de judíos, a los que se enviaba a la hoguera con
igual o mayor saña que a los Cátaros. Ese era, naturalmente, el efecto de la obra
oculta de los Señores del Perro, que lamentablemente no fue todo lo efectivo que
ellos deseaban, porque, al igual que a las Cátaros, a los herejes judíos debía
ofrecérseles la posibilidad de conversión al catolicismo, con lo cual salvaban la
vida, cosa a la que estos solían acceder sin problemas transformándose en
marranos, es decir, conservando su religión en secreto y simulando ser
cristianos, contrariamente a los Hombres Puros, quienes preferían morir antes
que faltar al Honor y mentir sobre sus creencias religiosas.
En Resumen, el tiempo fue pasando, la herejía cátara fue cediendo paso a
la más tranquilizadora religión católica, los furores iniciales de la Inquisición se
fueron aplacando, y la Orden de Predicadores fue complementando su
injustificada celebridad de organización represora con otra fama más acorde con
el Espíritu de sus fundadores: el de Orden dedicada al estudio, a la enseñanza, y
a la predicación de la fe católica. El gran sistema teológico de la Escolástica se
debe en alto grado a la obra de notables pensadores y escritores domínicos, que
en casi todos los casos no eran Iniciados pero estaban guiados secretamente por
ellos. Para desarrollar esta actividad la Orden se concentró en dos universidades
prestigiosas, la de Oxford y la de París: bastará con recordar que profesores
como el alemán San Alberto Magno o Santo Tomás de Aquino fueron domínicos,
para comprender que la fama adquirida por la Orden estaba aquí sí, plenamente
justificada. Pero fueron también domínicos Rolando de Cremona, que enseñó en
París entre 1229 y 1231; Pedro de Tarantasia, que lo hizo desde 1258 a 1265 y
llegó a ser Papa con el nombre de Inocencio V en 1276; Rogerio Bacón, Ricardo
de Fischare y Vicente de Beauvais, en Oxford, etc.
Hay que tener presente, Dr. Siegnagel, que los Señores de Tharsis
poseían la Sabiduría Hiperbórea y, en consecuencia, obraban de acuerdo a una
perspectiva histórica milenaria; consideraban por ejemplo que aquellas décadas
de influencia Golen eran inevitables pero que, finalmente, pasarían: llegaría
entonces el momento de expurgar la Orden. Porque eso era lo
estratégicamente importante: preservar el control de la Orden y la institución de la
Inquisición para una oportunidad futura; cuando ésta se presentase, toda la
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