Page 158 - El Misterio de Belicena Villca
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vacías de sentido. Sí; he hablado de lo que no entendía, de maravillas que me
                 superan y que ignoro. Escúchame, permíteme que hable; Yo te preguntaré, y tú
                 me enseñarás. Tan solo de oídas te conocía Yo, pero ahora mis ojos te ven. Por
                 eso me reconozco culpable, me arrepiento en el polvo y la ceniza” [Job, 42].
                        –¡La Vaca Roja es el  Símbolo de la Humanidad  consagrada a Jehová
                 para el Sacrificio Ritual de la ceniza y la lejía, para la elaboración del agua lustral!
                 ¡Jehová habló a Moisés y al Supremo Sacerdote Aarón y les impuso del deber de
                 sacrificar la Vaca Roja de la Humanidad para purificar al Pueblo Elegido, deber
                 que sería ley perpetua de Israel! ¡Recordadlo, Cohen!
                        –“Habló Jehová a Moisés y Aarón diciéndoles: El que haya quemado la
                 Vaca Roja lavará sus vestidos, bañará su cuerpo con agua y será impuro hasta la
                 tarde. Un israelita puro recogerá las  cenizas de la Vaca Roja y las depositará
                 fuera del campamento en un lugar puro; y estarán a disposición de los hijos de
                 Israel para preparar el agua lustral.  Es un sacrificio por el pecado. El que
                 recogió las cenizas de la Vaca Roja lavará sus vestidos y permanecerá impuro
                 hasta la tarde. Será ésta una ley perpetua para los hijos de Israel y para el
                 extranjero que mora entre ellos” [Números 19,9]. –Recordó sin error Benjamín.
                        –¡Y con esa agua lustral, lejía sagrada surgida de la ceniza de la Vaca
                 Roja de la Humanidad, Jehová instituyó  el Ritual de la Purificación del Pueblo
                 Elegido! ¡Reproducid el Ritual, Cohen!
                        –“Habló Jehová a Moisés y Aarón diciéndoles: Para el israelita impuro se
                 tomará ceniza de la víctima quemada en el sacrificio por el pecado, y se
                 verterá sobre ella agua viva dentro de una vasija. Un israelita puro tomará un
                 isopo, lo sumergirá en el agua lustral y rociará el Santuario de Jehová y todos los
                 muebles y personas que allí hubiere” [Números 19,11]. –Declamó Benjamín sin
                 dudar.
                        –¿Y cómo se purifica luego Tamar, a quien había violado su hermano
                 Amnón?
                        –“Tamar  se echó ceniza sobre su cabeza” [II Samuel 13,19] –se
                 apresuró a replicar Benjamín.
                        –¡Sólo la lejía lavará el Signo  Abominable! ¡Para ese pecado no hay
                 perdón ni redención posible fuera de la lejía: no bastan el arrepentimiento y la
                 penitencia o la mortificación del traje de cilicio! ¡Sólo después de la asperción con
                 agua lustral, sobre la ceniza, se pondrá el penitente el traje de cilicio! ¡Tal como
                 hizo el Pueblo Elegido al ser atacado por el asirio Holofernes, cuya cabeza fue
                 cortada por la Divina Judit!
                        Benjamín refirió la cita:
                        –“Todos los israelitas invocaron con fervor a Jehová y se humillaron muy
                 rendidamente ante él. Y todos los hombres de Israel y las mujeres y los niños, los
                 que habitaban en Jerusalén, se postraron ante el santuario, cubrieron de ceniza
                 sus cabezas, y se presentaron con cilicios ante el Señor. Incluso el Altar lo
                 cubrieron de cenizas, y clamaron todos a una con fervor a Jehová” [Judit, 4,9].
                        –¡Ahora comprenderéis el significado de esta ley antigua! ¡Los Sabios de
                 Sión, dijo Jeremías, han cubierto su cabeza de ceniza como signo de penitencia!
                 ¡Y luego, el Profeta, con palabras de Jehová, habla a su Esposa, Israel Shekinah,
                 y le advierte que no será fácil quitarse la mancha de la Infidelidad!
                        Muy presto, Benjamín recitó la metáfora de Jeremías:
                        –“La palabra de Jehová me fue dirigida en estos términos. Ve y grita a los
                 oídos de Jerusalén lo siguiente: Desde antiguo quebraste tu yugo, tus coyundas

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