Page 222 - El Misterio de Belicena Villca
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de que actuasen en su nombre durante las cuatro semanas de ausencia: fue
                 entonces que un Cardenal Golen acusó al Papa de realizar una acción ilegal. La
                 Iglesia, le dijo, no podía tener cuatro esposos, la dignidad papal no era delegable
                 hasta ese punto. Esto decidió al Santo a renunciar, más asqueado por las intrigas
                 que se desenvolvían en torno suyo que por el peso de los argumentos
                 esgrimidos.
                        Pero renunciar a la investidura papal, no es lo mismo que abdicar a una
                 investidura real. En el Derecho Canónico vigente hasta entonces, la posibilidad
                 no estaba contemplada y nunca se había presentado un caso desde que San
                 Pedro nombrase sucesor suyo a San Lino, en el siglo I. Por el contrario, el
                 Derecho Canónico afirmaba que la investidura era vitalicia, pues su aceptación
                 tenía el carácter de un enlace matrimonial entre el Papa y la Iglesia, el cual era
                 dogmáticamente indisoluble. Para salvar esta insalvable dificultad, los Cardenales
                 canonistas Bianchi y Gaetani recurrieron a un pueril razonamiento lógico: el
                 Derecho Canónico rige y formaliza la conducta de los Papas, pero, por sobre el
                 Derecho Canónico, está el Papa mismo, el Vicario de Jesucristo; a él le
                 corresponde el derecho evidente de modificar con su palabra infalible toda ley y
                 todo dogma; incluido el tema de la renuncia a la investidura papal. El 13 de
                 Diciembre de 1294, cinco meses y nueve días después de haber sido
                 entronizado, Celestino  V  firmaba la Bula redactada por los canonistas de
                 Benedicto Gaetani, en la que se confirmaba el derecho del Papa a renunciar si
                 profundos y fundados cargos de conciencia, como por ejemplo, el creer que su
                 modo de conducir la Iglesia podría redundar en graves daños para ella o,
                 simplemente, la convicción de no ser apto para el cargo, lo justificaban. Acto
                 seguido, se quitó la tiara, las sandalias de San Pedro y el anillo, y dimitió a su alto
                 cargo.
                        El 29 de Diciembre de 1294 el Cónclave eligió  al Cardenal Benedicto
                 Gaetani, natural de Anagni y miembro de las nobles familias que habían dado a la
                 Iglesia los Papas Alejandro IV, Inocencio IV y Gregorio IX: tomó el nombre de
                 Bonifacio VIII. Pedro de Murrone, que además de santo tenía fama de poseer el
                 don de la profecía, antes de partir le hizo la siguiente advertencia: “Os habéis
                 encaramado como un zorro, reinaréis como un león, y moriréis como un
                 perro”.
                        Sobre la legalidad de su actitud se suscitaron las más enconadas
                 polémicas entre los canonistas,  que duraron siglos, pues una opinión
                 generalizada desde antiguo sostenía que a la investidura papal no podía
                 renunciarse por ninguna decretal. Esta opinión, que compartían muchos teólogos
                 y canonistas de Italia y Francia, era sostenida también por el pueblo, que seguía
                 considerando a Celestino V como el legítimo Papa. Temiendo un cisma los Golen
                 deciden eliminar a Pedro de Murrone: Bonifacio VIII lo hace prender en una cueva
                 de las montañas de San Angel, en Apulia, adonde se había retirado, y lo confina
                 en la Fortaleza de Fumona, en Campania; en Mayo de 1296 sería asesinado y su
                 cuerpo enterrado a cinco metros de profundidad.


                 Trigesimoctavo Día




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