Page 226 - El Misterio de Belicena Villca
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gibelinos que desató en Italia; y para completar este cuadro de su siniestra
personalidad, quizá baste con un último ejemplo: como todo Golen, Bonifacio VIII
era afecto a la sodomía ritual.
Por supuesto, así como los Golen no habían dispuesto de un Rey de la
talla de Felipe IV para oponer a éste, tampoco disponían de un San Bernardo para
sentar en el solio pontificio: Benedicto Gaetani era lo mejor que tenían y a él
confiaban la ejecución de su Estrategia. Y la mejor Estrategia parecía ser, frente
a la dureza y valentía de Felipe IV, la de retroceder un paso y prepararse para
avanzar dos. Con otras palabras, se procuraría calmar al Rey atemperando el
sentido de la bula Clericis laicos, cosa que intentaría con otra bula, Ineffabilis
amor, del 21 de Septiembre de 1296, y se dedicarían todos los medios
disponibles por la Iglesia para acabar con la amenaza gibelina en Italia y Sicilia; y
en cuanto al pretexto de la guerra con Inglaterra, esgrimido por el Rey de Francia
para justificar sus exacciones, se lo neutralizaría obligando a las partes a pactar
la paz; pura lógica: sin guerra, el Rey no tendría motivos para exigir impuestos ni
contribuciones al clero.
A Ineffabilis amor le siguen las bulas Romana mater ecclesia y
Novertis, en las que ora amenaza al Rey con la excomunión, ora le manifiesta su
total aprobación de los diezmos, siempre y cuando el Reino se hallase realmente
en peligro; pero lo que se destaca en todas ellas es la soberbia con que se dirige
al Rey, a quien considera un mero súbdito. Estas bulas levantarían una ola de
indignación en Francia, puesto que eran leídas públicamente por orden del Rey, y
predispondrían aún más a los Obispos franceses contra la intransigencia papal.
Son ellos quienes se reúnen en una asamblea en París y solicitan al Papa, el 1
de Febrero de 1297, la autorización para subvencionar a Felipe IV, que enfrenta
en ese momento la traición del Conde de Flandes. Este, en efecto, se había
aliado al Rey de Inglaterra, que intentaba recuperar la Guyena, y amenazaba el
Norte de Francia. Bonifacio VIII debe ceder ante los hechos y autorizar las
contribuciones, quedando Clericis laicos en letra muerta.
En Abril de 1297, Bonifacio envía a París a los Cardenales Albano y
Preneste portando una nueva bula: en ella ordena a los monarcas en conflicto
establecer una tregua de un año mientras se pacta el tratado de paz definitivo; la
negociación estaría a cargo del Papa. Felipe los recibe, pero antes de permitir
que lean el rescripto hace la siguiente advertencia: –“Decid al Papa que es
nuestra convicción que sólo al Rey corresponde mandar en el Reino. Que Nos
somos el Rey de Francia y no reconocemos competencia de nadie por arriba
nuestro para intervenir en los asuntos del Reino. Que el Rey de Inglaterra y el
Conde de Flandes son vasallos del Rey de Francia y que Nos no aceptamos otro
consejo que la Voz del Honor para tratar a nuestros súbditos”.
La bula fue leída, pero Felipe no respondió hasta Junio de 1298, cuando la
suerte de las armas le era adversa ante las fuerzas unidas de Inglaterra y
Flandes. Entonces aceptó el arbitraje de Bonifacio VIII pero no en calidad de
Papa, sino sólo como “Benedicto Gaetani”: de esta manera evitaba admitir la
jurisdicción papal en las cuestiones del Reino.
A todo esto, la polémica sobre la legitimidad de Bonifacio VIII continuaba
más viva que nunca. En Francia, los Señores del Perro se encargaban de
actualizar el debate, mientras que en Italia la agitación corría por cuenta de los
Colonna: la preferencia por Bonifacio VIII o Celestino V se había transformado allí
en sinónimo de güelfo o gibelino. Los Colonna, recibiendo ayuda secreta de
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