Page 228 - El Misterio de Belicena Villca
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Corre el año 1300, pues, cuando Felipe el Hermoso completa los dos
                 primeros pasos del modo de vida estratégico desde la Función Regia: ha
                 realizado el principio de la Ocupación del territorio del Reino y ha aplicado el
                 principio del Cerco; y los campos se preparan para la explotación racional de la
                 Agricultura y la Ganadería. La Estrategia Hiperbórea alcanza entonces su más
                 alto grado de desarrollo y casi no existe poder sobre la Tierra capaz de oponerse
                 al Rey de la Sangre y la Nación Mística. Ha sonado la hora del Estado
                 carismático, en el que Rey y pueblo son una sola Voz y una sola Voluntad. La
                 detención del Obispo de Pamiers, que desencadenará la última reacción de
                 Bonifacio VIII, mostrará claramente la existencia real del Estado carismático.
                        Bernard de Soisset, Obispo de Pamiers era en realidad un espía Golen. Se
                 le había encomendado la misión de investigar en el Languedoc la existencia de
                 una Sociedad Secreta a la que presuntamente pertenecerían los consejeros de
                 Felipe el Hermoso. Luego de paciente trabajo, llegó a una asombrosa conclusión:
                 “efectivamente, existía una impía conspiración contra la Iglesia Golen; en ella
                 confluían los Cátaros, que reaparecían sorprendentemente organizados, los
                 Franciscanos Espirituales, recientemente excomulgados, y algunos miembros de
                 la Orden de Predicadores, especialmente españoles; las disputas entre
                 inquisidores y herejes eran a todas luces simuladas y se advertía fácilmente que
                 atrás del complot estaba la mano de Felipe el Hermoso, quien protegía
                 personalmente a todos los imputados”. Antes de ser descubierto por los Señores
                 del Perro, y ser detenido y acusado de Alta Traición, el Obispo de Pamiers
                 alcanzó a enviar su informe a Bonifacio VIII quien exigió al Rey de Francia su
                 inmediata libertad. Ello no era posible sin correr el riesgo de que se conociesen
                 más detalles sobre los Domini Canis, de modo que se lo acusó formalmente de
                 estar involucrado en un plan sedicioso al servicio de la Corona de Aragón. Iba a
                 ser juzgado por un tribunal civil, lo que estaba en total contradicción con el
                 Derecho canónico, que prohibía a los Obispos comparecer ante los tribunales
                 seglares.
                        La necesidad de contar con el Obispo de Pamiers para obtener testimonio
                 contra Felipe el Hermoso, y el desafío que significaba en  aquella Epoca el
                 enjuiciamiento civil de un Obispo, causaron la ira de Bonifacio VIII. Su respuesta
                 sería la bula Ausculta fili, despachada a Francia en Diciembre de 1301, junto
                 con otras de menor importancia. En ella, Bonifacio criticaba violentamente la
                 reforma jurídica y administrativa al Rey:  “Volved, mi hijo muy amado, al
                 sendero que lleva a Dios, y del cual  vos os habéis apartado, ya sea por
                 vuestra propia culpa o por la instigación de  consejeros malévolos. Sobre
                 todo, no os dejéis persuadir de que no tenéis un superior y de que vos no
                 estáis sujeto al Papa, que es el jefe de la jerarquía eclesiática. Una opinión
                 semejante es insensata, y quien la aliente es un infiel ya segregado del
                 rebaño del Buen Pastor”. Aquellos “consejeros malévolos”, desde luego, no
                 serían otros que los Domini Canis. A continuación, Bonifacio expresa que, con el
                 fin de considerar los desórdenes causados por la mala conducta de Felipe, y
                 hallarles justo remedio, convoca a todos los Obispos a un Concilio en Roma
                 para Noviembre de 1302: durante el mismo, el Rey, al que se invita a
                 comparecer, será enjuiciado por sus “delitos” y llamado a la corrección. Felipe IV,
                 por supuesto, no sólo que no se presentaría, sino que prohibiría a los Obispos
                 abandonar Francia sin su consentimiento.


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