Page 232 - El Misterio de Belicena Villca
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ilegitimidad de su investidura no cuenta con el respaldo unánime de la
                 Universidad de París, requisito necesario para fundamentar el reclamo o la
                 imposición de una nueva elección papal. Cobra fuerza, en cambio, la idea de
                 presentar una acusación de herejía: la herejía, según  el Derecho canónico, es
                 causal de destitución del Papa y cuenta con antecedentes históricos. Claro que
                 para probar semejante acusación, y derivar de ello la  sustitución del Papa, se
                 requeriría el marco de un Concilio general. Felipe IV se dispone entonces a forzar
                 la convocatoria a un Concilio que juzgue la conducta “herética” del Papa: confía
                 en hacer valer, allí, el número de sus obispos nacionales. Los Señores del Perro
                 lo acompañarán instrumentando una campaña  de denuncias de herejía contra
                 Bonifacio VIII,  como  modo de influir moralmente sobre  los Obispos y, también,
                 sobre los Nobles y las Ciudades. Guillermo de Nogaret y Guillermo de Plasian, se
                 ofrecen para oficiar de acusadores, siendo elegido el primero para desempeñar
                 una misión secreta en Italia, lo que no le impediría iniciar la campaña de
                 acusaciones “rogando públicamente al  Rey que defienda a los cristianos de la
                 maldad de Bonifacio VIII”, y el segundo para acusar públicamente al Papa.
                        El 12 de Marzo de 1303, Guillermo  de Nogaret, ante el Consejo de
                 Ministros del Rey, lee y  firma un manifiesto, el que enseguida es copiado y
                 publicado en todo el Reino. Decía así: “El glorioso príncipe de los apóstoles,
                 el bienaventurado Pedro, hablando en nombre del Espíritu, nos dijo que, al
                 igual que en los tiempos pasados, así en los que han de venir, surgirán
                 falsos profetas que habrán de empañar el camino de la verdad, y quienes,
                 en su codicia, y por medio de sus engañosas palabras, traficarán con
                 nosotros, siguiendo el ejemplo de  ese Balaam que se satisfacía con el
                 premio de la iniquidad. Para imponer sus castigos y hacer oír sus
                 amenazas, Balaam contaba con una criatura bestial que, dotada de habla
                 humana, proclamaba los desatinos del  falso profeta... Estas cosas, que
                 fueron anunciadas por el Padre y patriarca de la Iglesia, las vemos ahora
                 con nuestros propios ojos realizadas letra por letra. En rigor a la verdad,
                 allá está sentado en la silla del Bendito Pedro ese maestro de embustes,
                 que a pesar de ser Maléfico (Malfaisant) en toda forma posible, es llamado
                 aún Benéfico (Boniface). El no entró a  través de la puerta, en el redil de
                 Nuestro Señor como pastor y labrador, sino más bien como asaltante y
                 ladrón… Pese a estar vivo el verdadero esposo de la Iglesia, Celestino V,
                 osó agraviar a la esposa por medio de abrazos ilegítimos. El verdadero
                 esposo no tuvo participación en este divorcio. De hecho, según dicen las
                 leyes humanas, Nada más opuesto al consentimiento que el error… No puede
                 casarse quien, mientras el digno esposo vive, ha mansillado el matrimonio
                 con el adulterio. Ahora bien; como todo lo que se perpetúa contra Dios es
                 un agravio y una injuria que se comete contra todos, y en lo que a un delito
                 tan grande atañe, el testimonio del primero que llegue tiene que ser
                 recibido, aunque sea el de la esposa, aunque sea el de una mujer infamante. –
                 Yo, por consiguiente, al igual que la bestia que, mediante el poder de Dios
                 fue dotada con la Voz de un hombre verdadero para que reprobase los
                 desatinos del falso profeta, que llegó hasta a maldecir a la gente bendecida,
                 dirijo a vos mi súplica, el más excelente de los príncipes, nuestro Señor
                 Felipe, por gracia de Dios Rey de Francia, de que después del ejemplo del
                 ángel que mostró la espada desnuda a ese maldiciente del Pueblo Elegido,
                 vos, que habéis sido ungido para cumplir la justicia, habréis de oponer la

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