Page 239 - El Misterio de Belicena Villca
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pueblo! quizás aquella agresión de los suyos, por ser menos importante pero más
afectiva, dolía más que las anteriores ofensas. Y, naturalmente, dentro de ese
dolor se destacaba en mayor grado la angustia de haber sido despojado del oro y
la plata, de sus tesoros de arte de belleza sin par reunidos en toda una vida de
adquisiciones, muchos de ellos heredados o pertenecientes a la familia Gaetani.
El peso del fracaso se descargaba sin atenuantes, aplastando en unas horas a
Bonifacio VIII. Demasiadas emociones juntas, aún para un Golen de legendaria
crueldad, las que afligían al Papa de 69 años.
Cuando fue rescatado por el pueblo de Anagni su conciencia se había
situado fuera de la realidad y, aunque muchos prometían devolver lo robado,
Bonifacio no estaba en condiciones de comprenderlo. Mecánicamente solicitó ser
llevado al palacio de Letrán. Allí los Cardenales Orsini, al comprobar su estado
demencial, lo mantuvieron apartado de los romanos. Con los ojos desorbitados
exclamaba: ¡Bafoel! ¡Bafoel! ¡Aliquem ad astra fero! En algunos momentos de
lucidez estallaba en pedidos de venganza contra sus enemigos y auguraba la
ruina de quienes lo habían traicionado. Pero luego su mente se oscurecía y sufría
raptos de ira continuados en los que aullaba, echaba espuma por la boca, e
intentaba morder a quienes lo cuidaban. Al final, el 13 de octubre de 1303, murió
convertido en una bestia furiosa, cumpliendo así la profecía de Celestino V. El
santo había dicho: –“habéis subido como un zorro, reinaréis como un león, y
moriréis como un perro”.
Cuadragesimoprimer Día
La forma en que murió Bonifacio VIII, y la certeza de que el Rey Carlos II
permaneció indiferente frente a su caída, causó gran temor entre los Cardenales
güelfos. Como nadie quería correr su misma suerte, o aún peor, nueve días
después el Sacro Colegio se pone de acuerdo en la identidad del nuevo Papa: el
22 de Octubre de 1303 eligen al Cardenal Nicolás Boccasini, que toma el nombre
de Benedicto XI y era General de los domínicos. El flamante Pontífice, que
aunque no era Domini Canis estaba fuertemente influenciado por los Iniciados
de su Orden, intenta llevar adelante una política conciliadora con el Rey de
Francia e iniciar la reforma de las escandalosas costumbres Golen que reinaban
en el alto clero, pero es envenenado con unos higos antes de cumplir el año.
Como en el caso de Celestino V, el difunto había sido una solución de
conveniencia entre los irreconciliables partidos eclesiásticos: ambos bandos
confiaban íntimamente con dominar al Papa. Su muerte sumirá a los Cardenales
en una larga discusión de 10 meses bajo la presión, ahora inevitable, de Felipe el
Hermoso.
El Rey de Francia ofrece oro, y protección contra la venganza de los
Golen, y va consiguiendo que muchos Cardenales güelfos vendan su voto.
Finalmente, se llega a un arreglo: será investido un clérigo no perteneciente al
Sacro Colegio. Felipe el Hermoso se reúne con Bertrand de Got, Arzobispo de
Burdeos, en Saint Jean d'Angely. El Arzobispo es un Señor del Perro y el Rey de
Francia solicita su colaboración: quiere que acepte la investidura papal y tome
ocho medidas que asegurarán la Estrategia del Reino; no le oculta que la misión
será peligrosa en extremo pues los Golen intentarán asesinarlo por cualquier
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