Page 254 - El Misterio de Belicena Villca
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consciente”; pero siempre, el Yo se encuentra sumido en el sujeto anímico o
                 Alma, sea racional, cultural o consciente su campo de acción.
                        Así, es el  “modelo cultural” el principal responsable de la visión
                 deformada que el hombre tiene de sí mismo y del mundo, dado que se interpone
                 entre el macrocosmos y el microcosmos. El modelo cultural es un contenido de la
                 estructura cultural de carácter colectivo o sociocultural; por lo tanto, consiste en
                 un conjunto sistemático de conceptos,  propuestos por el sujeto cultural y
                 traducido a uno o dos lenguajes habituales, por ejemplo, matemático y lingüístico.
                 En resumen, el modelo cultural se compone, normalmente, de principios
                 matemáticos y premisas culturales. El Yo del hombre cuando se encuentra
                 confundido     con    el   sujeto    consciente,    acepta    solidariamente     como
                 representaciones de los entes externos, como su verdad, los objetos culturales
                 que proceden del modelo cultural intermediario, objetos culturales cuyo
                 significado ha sido propuesto por el sujeto cultural como  premisa en lenguaje
                 habitual.
                        Examinemos ahora qué entiende el hombre por “ley de la naturaleza”. Sin
                 entrar en complicaciones se puede afirmar  que una ley de la naturaleza es la
                 cuantificación matemática de una relación significativa entre aspectos o
                 magnitudes de un fenómeno. Aclaramos esta definición. Dado un fenómeno es
                 posible que por la observación y por la experimentación empírica se llegue a
                 diferenciar ciertos “aspectos” del mismo. Si de entre los varios aspectos que se
                 destacan, algunos de ellos resultan como “relacionados significativamente entre
                 sí”, y si esa relación posee probabilidad estadística, es decir, se repite un número
                 grande de veces o es permanente, entonces puede enunciarse una “ley de la
                 naturaleza”. Para ello hace falta que los “aspectos” del fenómeno puedan
                 reducirse a magnitudes de tal modo que la “relación significativa” se reduzca a
                 “relación entre magnitudes” o sea, a función matemática. Las “Leyes” de la física
                 se han deducido de manera semejante.
                        El concepto de “ley de la naturaleza” que he expuesto es moderno y
                 apunta a “controlar” el fenómeno antes que a explicarlo, siguiendo la tendencia
                 actual que subordina lo científico a lo tecnológico. Se  tienen así fenómenos
                 “regidos” por leyes eminentes a las que no sólo se aceptan como determinantes
                 sino que se las incorpora indisolublemente al propio fenómeno, olvidando, o
                 simplemente ignorando, que se trata de cuantificaciones  racionales. Es lo que
                 pasa, por ejemplo, cuando se advierte el fenómeno de un objeto que cae y se
                 afirma que tal cosa ha ocurrido por que “actuó la ley de gravedad”. Aquí la “ley de
                 gravedad” es eminente, y aunque “se sabe que existen otras leyes” las que
                 “intervienen también pero con menor intensidad”, se cree ciegamente que el
                 objeto en su caída obedece a la ley de Newton y que esta “ley de la naturaleza”
                 ha sido la causa de su desplazamiento. Sin embargo el hecho concreto es que el
                 fenómeno no obedece a ley eminente alguna. El fenómeno simplemente ocurre
                 y nada hay en él que apunte intencionalmente hacia una ley de la naturaleza, y
                 menos aún una ley eminente. El fenómeno es parte inseparable de una totalidad
                 que se llama “la realidad”, o “el mundo”, y que incluye, en ese carácter, a todos
                 los fenómenos, los que ya han ocurrido y los que habrán de ocurrir. Por eso en la
                 realidad los fenómenos simplemente ocurren, sucediendo, quizá, a algunos que
                 ya han ocurrido, o simultáneamente con otros semejantes a él. El fenómeno es
                 sólo una parte de esa “realidad fenoménica” que jamás pierde su carácter de
                 totalidad: de una realidad que no se expresa en términos de causa y efecto para

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