Page 297 - El Misterio de Belicena Villca
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y flamígera, el Demiurgo comenzó a sentir amputada su substancia. La Estrategia
                 de los Dioses apuntaba a ganarle, no solamente el área plana de la isla sino
                 también su relieve, sus montes y valles, sus lagos y bosques, sus vegetales y
                 animales; la isla, país vasto, era también una gigantesca Arca de Noé que
                 debería recibir durante milenios a los hombres que lograsen despertar y huir de
                 las cadenas materiales y también a  aquellos que se hubiesen trasmutado
                 luchando a muerte en las batallas.
                        Todo un país sustraído al control  inmanente del Demiurgo era una
                 experiencia nueva, pero, como quiera que esto hubiese sido posible, lo cierto es
                 que la isla continuaba allí: oculta por  una barrera de fuego pero en el mismo
                 lugar. Es por eso que la reacción del Demiurgo hizo temblar la Tierra, buscando
                 afectar de algún modo aquel fenómeno incomprensible y recuperar el dominio de
                 la “plaza”. Terribles maremotos agitaron los mares adyacentes y vientos nunca
                 vistos soplaron inútilmente contra las titánicas murallas; el cielo se oscureció por
                 las nubes de ceniza de volcanes súbitamente despiertos y el fondo del océano
                 amenazaba con partirse e intentar tragar a la isla “liberada”.
                        El mundo parecía haber enloquecido, mostrando el espectáculo terrorífico
                 de todas las fuerzas de la naturaleza “descontroladas”, cuando, “como si fuese el
                 colmo de las abominaciones, el Gral descendió sobre la Tierra”.
                        ¿Qué podría agregar para dar una idea de lo que sucedió allí? Ya dije que
                 es muy difícil describir, y hasta mencionar, un suceso que generó una irritación
                 perpetua en los Demonios. Tal vez este comentario le diga algo, Dr., si recuerda
                 las explicaciones cabalísticas de Bera y Birsa: “al caer el Gral sobre la Tierra,
                 más allá de los trescientos setenta veces diez mil Mundos, el Gran Rostro del
                 Anciano lanzó un aullido de horror que aún se oye reverberar en los confines del
                 Cosmos”.
                        No bien el Gral se hubo asentado sobre la Runa de Oricalco los Dioses
                 Leales practicaron la Oposición Estratégica logrando, ahora sí, que la isla
                 amurallada se tornase invisible, desapareciendo para siempre  de la superficie
                 terrestre. De allí en adelante los hombres dormidos hablarían  del Valhala, la
                 morada de los Dioses, y también de Hiperbórea, la “isla tragada por el mar”, pues
                 el Mito original, trasmitido carismáticamente por los Dioses ha sufrido distintas
                 caídas en el exoterismo debido a  la impureza de sangre de los hombres
                 dormidos.


                 Cuadragesimoctavo Día


                        Síntesis General de la Sabiduría Hiperbórea:
                        La pregunta que inició el precedente comentario esotérico decía ¿qué ha
                 sido del Gral...? Como respuesta se obtuvo que es erróneo indagar sobre el Gral
                 ya que éste es virtualmente El Origen, y jamás se ha movido de allí. Su asiento,
                 en cambio, la Vruna de Oricalco, posee las dimensiones de un objeto material y
                 es dado suponer que, en gran medida, éste sí resulta afectado por las leyes
                 físicas. Se puede entonces replantear el problema: ¿qué ha sido de la Vruna de
                 Oricalco? ¿Continúa aún sosteniendo la gema de Kristos Lúcifer? en este último
                 caso la respuesta es afirmativa: la Vruna de Oricalco ha sido desde entonces el
                 asiento del Gral, situación que no ha variado en  absoluto en los tiempos

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