Page 386 - El Misterio de Belicena Villca
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poderoso ejército y marchó hacia el Sur dispuesto a conquistar la Ciudad de los
                 Césares, Trapalanda o Elelín.
                        El mismo pesar, acompañado de heroica resolución, que los Señores de
                 Tharsis experimentaran al abandonar la  península ibérica en el barco de los
                 Welser, cuando la mente volaba hacia Huelva y revivía los días de gloria de la
                 Casa de Tharsis, debían  sentir entonces los Atumurunas al atravesar el lago
                 Titicaca rumbo al puerto de Copacabana, dejando atrás la Isla Koaty donde
                 vivieron tantos años y alcanzaron la Más Alta Sabiduría Hiperbórea. La Casa de
                 Skiold había sido poderosa siglos antes en Tiahuanaco, hasta que la demencial
                 venganza de la Orden de Melkisedec casi extinguiera su Estirpe: entonces, al
                 abandonar la región para siempre, los  corazones de los Atumurunas se
                 estremecían por efecto de sentimientos encontrados. El Alma, creada y apegada
                 a la historia y al suelo, al Tiempo y  al Espacio, se desgarraba de dolor por el
                 alejamiento definitivo del solar natal; pero el Espíritu Increado, que descubre y
                 sostiene en la Sangre del Iniciado el Recuerdo del Origen, desbordaba cada
                 instante anímico de dolor con la nostalgia infinita del Regreso a la Patria
                 Primordial, a la Hiperbórea Original; y  frente a la nostalgia de Hiperbórea, al
                 deseo de abandonarlo todo y partir hacia el Origen del Espíritu, nada pueden las
                 garras del dolor, ningún efecto tienen los apegos sentimentales a las regiones
                 infernales y a los objetos materiales de la Tierra.
                        Almagro sale de Cuzco en 1535 y a fines de Agosto, después de atravesar
                 las hostiles altiplanicies del Sur, arriba a la meseta del Titicaca. Va pisando los
                 talones a los Atumurunas y al Pueblo  de la Luna, que a duras penas logran
                 adelantarse a la vanguardia de los aguerridos españoles. Los fugitivos pasan por
                 el poblado de Chuquiabo, hoy La Paz, casi sin detenerse, y sólo hacen un alto de
                 tres días en Sucre, o ciudad de la Plata, antes de descender a los valles de la
                 Gran Quebrada de Humahuaca. A todo esto, Almagro, que recogía a su paso la
                 sorprendente nueva de que todo un pueblo se desplazaba en su misma dirección,
                 apuraba las jornadas con la intención de darles alcance y conocer su destino,
                 quizás el rico país del Sur, la Ciudad de los Césares. Lo afirmaba en esta idea el
                 hecho de que aquel pueblo iba, según coincidían todos sus informantes, guiados
                 por hombres blancos y barbados, semejantes a los españoles, pero
                 magníficamente vestidos con la indumentaria de los Reyes inga. Para Almagro,
                 era altamente probable que aquel pueblo procediese de la Ciudad del Oro y la
                 Plata, y que hacia ella se dirigían.
                        Sin embargo, jamás lograría alcanzarlos. La caravana llegó al poblado de
                 Humahuaca con treinta días  de adelanto sobre  Almagro. Allí  los Hombres de
                 Piedra vertieron una terrible amenaza sobre los nativos, apoyada por
                 demostraciones de magia de los Atumurunas, con el fin de que diesen una falsa
                 pista a la expedición de Almagro sobre la dirección tomada por ellos: debían
                 desviar a los españoles hacia Chile,  asegurándoles que allí  se encontraba la
                 ciudad de sus sueños. Ellos, mientras tanto, tomarían por rumbos muy distintos:
                 los Atumurunas hacia el Este, hacia el Valle Grande del Cerro Kâlibur, cerca de
                 El Ramal jujeño; los Señores de Tharsis continuarían hacia el Sur, hacia el
                 Pucará de Tilcara, desde donde, por oposición estratégica, podrían orientarse
                 hacia el Pucará de Andalgalá y, desde  éste, hasta el Pucará de Tharsy, su
                 objetivo.
                        En Humahuaca, pues, se separaron “para siempre” los Señores de Tharsis
                 y los Atumurunas: volverían a encontrarse durante la Batalla Final, cuando todos

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