Page 392 - El Misterio de Belicena Villca
P. 392
De la Estirpe de Lito de Tharsis surgieron los troncos de varias familias
que aún existen en la Argentina y en otros países. Algunas se protegían de los
Golen disfrazando su origen o negando las conexiones genealógicas que las
ligaban con la Casa de Tharsis, pero todas son más o menos conscientes de esta
historia. Empero, esa misma distancia las alejó del Noyvrayado y de la Iniciación
Hiperbórea. Fue así que en este siglo sólo los miembros de mi familia, que
siempre habitaron en la Chacra de Tharsy, mantenían el Culto del Fuego Frío y
custodiaban la Espada Sabia. Y en la década del sesenta, aunque la Estirpe no
corría riesgo de extinguirse ni mucho menos, sólo quedaba un Iniciado
Hiperbóreo capaz de llevar adelante la Estrategia de los Dioses Liberadores: Yo,
Belicena Villca. Era viuda y tenía un solo hijo, al que había enviado a Buenos
Aires a cursar la carrera militar, pero no vacilé en tomar el Noyvrayado cuando mi
abuelo, que permanecía desde hacía treinta años junto al Meñir, falleció en 1967.
Se había producido entonces una nueva situación: aunque la Estirpe poseía
muchos miembros, la cadena iniciática amenazaba con cortarse
inexorablemente. Felizmente, en el 72, mi hijo Noyo regresó en mi auxilio
dispuesto a recibir la Iniciación Hiperbórea y a convertirse en un auténtico Noyo,
Guardián de la Espada Sabia. En cuatro meses fue preparado, de Junio a
Octubre, y luego murió, y renació como Hombre de Piedra, y se situó a mi lado,
frente al Meñir de Tharsy y frente a la Espada Sabia. Había solicitado la baja de
las Fuerzas Armadas para consagrarse a la misión familiar, pero sus contactos
con cierto grupo nacionalista, integrante de los Servicios de Inteligencia del
Ejército, le impidieron dedicarse a la Guardia de manera permanente. El caso era
que Noyo no deseaba renunciar a lo que consideraba una cuestión de Honor: la
lucha contra la subversión marxista que en esos días agitaba el país todo y
nuestra Provincia en particular.
Por su excepcional conocimiento del terreno, y por su acertado criterio
para evaluar la Estrategia del Enemigo y recoger información, él fue uno de los
cerebros grises que ayudó desde las sombras a desbaratar la guerrilla comunista
que pretendía hacerse fuerte en los montes tucumanos. Sus valiosos informes,
comunicados a los camaradas de Buenos Aires, contribuyeron en buena medida
a trazar los planes de Estado Mayor que acabaron con la amenaza guerrillera.
Naturalmente, Yo me oponía a esta actividad aparentemente ajena a la misión
iniciática, pero Noyo repetía siempre que aquel movimiento subversivo en las
inmediaciones del Centro Carismático era señal segura del cercano comienzo de
la Batalla Final. Y no se equivocaba, como muy pronto lo vino a confirmar el
Señor de Venus.
Todo comenzó en 1975, en los días que el Ejército al mando del General
Adel Edgardo Vilas se dedicaba a terminar con los últimos focos de la guerrilla
suburbana y comenzaba la ardua tarea de desmantelar la infraestructura urbana
de las organizaciones subversivas. La enérgica acción del Ejército, que ejecutaba
con precisión matemática sus planes de aniquilación, le brindó a Noyo suficiente
tiempo para dedicar a la misión y hacía entonces varios meses que se
encontraba conmigo en el milenario cromlech. Un día, a fines de ese año,
estábamos ambos profundamente concentrados, meditando sobre la Piedra de
Venus y el Misterio del Fuego Frío; teníamos la vista fijada en la Espada Sabia y
ninguno de los dos notó que un cambio substancial se producía en el Meñir de
Tharsis, situado exactamente atrás de la Apacheta con la Espada Sabia. Una,
392