Page 399 - El Misterio de Belicena Villca
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antisubversiva; etc. Pero, no obstante, Yo me dejaba detectar nuevamente para
atraer al Enemigo, cada vez con más violencia, sobre mí y conseguir el efecto de
distracción buscado. A todo esto, Noyo avanzaría tranquilo hacia el Valle de
Córdoba.
Durante uno de los regresos sorpresivos a Tucumán, Segundo, el indio
descendiente del Pueblo de la Luna que nos sirve de Mayordomo en la Chacra,
me informó que el Capitán Diego Fernández deseaba localizarme antes de partir
de la Zona III, puesto que le habían conferido un nuevo destino. Le llamé por
teléfono al Regimiento y arreglamos una cita en el parque del Dique El Cadillal.
Allí se suscitó el siguiente diálogo:
–Buen día, Señora –saludó el Capitán.
–Igualmente –respondí lacónicamente.
–Ud. y su hijo, mi buen Camarada Noyo, me tienen muy preocupado,
Señora Belicena. Tendría que decirme Ud. dónde se halla. O advertirle a él que
se ponga de inmediato en contacto con nosotros. Las cosas han cambiado
mucho en estos años y es urgente que él esté al tanto de los acontecimientos.
Me encogí de hombros por toda respuesta, dispuesta a no negar ni
confirmar nada, pero atenta a la información que pudiese obtener del Oficial: Yo
también me encontraba “en operaciones”, ejecutando una maniobra
tremendamente peligrosa de una Guerra Esencial que aquel soldado no podía ni
soñar; y la disciplina propia de esta Guerra exigía desconfiar de todos y de Todo,
aún del Camarada de mi hijo: todos los hombres no Iniciados podrían ser
traicionados por su Alma, dominados anímicamente y convertidos en un
instrumento del Demiurgo Jehová Satanás. Yo no podía correr ningún riesgo
innecesario. Sin embargo, Dr. Siegnagel, viendo las cosas a la distancia, puedo
asegurarle hoy que el Capitán Diego Fernández era sincero en cuanto decía, y
que Noyo no se había equivocado al confiar en él.
Comprobando que Yo nada decía, el Capitán continuó con energía:
–Debería conceder más importancia a mis palabras, Señora Belicena.
Creo que está Ud. informada de que la desaparición de su hijo fue simulada: Yo
conduje el Grupo de Tareas que allanó su Chacra y lo llevó detenido; y Yo fui
quien le permitió huir pocas horas después. El era uno de nuestros agentes
secretos, además de Oficial del Ejército en Retiro, y el caso quedó bien
documentado en el área de Inteligencia: existe mi informe al Comandante G-2
sobre lo ocurrido esa noche y, además, están los documentos previos a la
operación, donde consta que Noyo era uno de los nuestros. La desaparición era
necesaria para brindar cobertura táctica a su posición, pero no había por qué
exagerar las cosas prolongando innecesariamente la ausencia. Señora Belicena:
él ya debería haber regresado hace bastante tiempo, o comunicado con nosotros;
no le ocultaré que ahora su situación se ha complicado de manera increíble. ¡Ud.
misma, Señora Belicena, está corriendo peligro mortal con su asombrosa
decisión de iniciar una búsqueda personal de su hijo desaparecido! ¿No
comprende que con tal actitud se coloca en el bando de los subversivos, que
puede ser señalada abiertamente como tal?
Frente a la expresión inmutable de mi rostro, suspiró el Capitán y prosiguió
con sus advertencias:
–No crea Ud. que todos conocen la suerte corrida esa noche por su hijo.
La verdad sólo la saben un grupo de Oficiales de Inteligencia. Pero ellos no han
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