Page 403 - El Misterio de Belicena Villca
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Pura,  y como una actualización del cuerpo físico, que perdió así su
                 capacidad de moverse independientemente del Tiempo y sincronizó todos
                 sus relojes biológicos con el tiempo de este Mundo. Quedé, pues, presa del
                 contexto cultural, sujeta a la realidad de aquel pueblito de Jujuy. Naturalmente
                 intenté huir de  todos modos: los  lapis oppositionis ya no me servían porque
                 había perdido la orientación  externa hacia el Origen y me resultaba imposible
                 practicar la oposición estratégica. Pero no llegué muy lejos. Antes de salir de la
                 Provincia ya estaba en manos de los agentes del Shin Beth. Estos me condujeron
                 al Monasterio Franciscano de Nuestra Señora del Milagro, en Salvador de Jujuy,
                 donde la mayoría de los curas parecían estar bajo sus órdenes. En una sórdida
                 mazmorra, de los tiempos de la colonia, fui sometida a un refinado interrogatorio
                 durante el cual se me administraron diferentes tipos de drogas. Las preguntas
                 eran pocas y exactas; siempre las mismas: ¿Dónde estaba la Piedra
                 Extraterrestre? ¿Qué había pasado con mi hijo Noyo? ¿Hacia dónde me dirigía?
                 ¿Cuáles eran mis órdenes? ¿Tenía algún contacto terrestre, un Iniciado que
                 compartiera la operación, u obraba por mi cuenta?
                        Abreviando, Dr. Siegnagel, creo que  acabé por confesar casi todo,
                 imposibilitada de resistir el efecto  de las drogas que me impedían hasta la
                 representación del Signo de la Muerte, con lo que hubiese podido, en otra
                 ocasión, haber desencarnado  allí mismo. De todos modos Noyo ya estaba a
                 salvo en la Caverna Secreta: eso lo presentía desde hacía tiempo y había
                 recibido señales confirmadoras de los  Dioses. ¡Yo caía, pero la Estrategia
                 triunfaba!¡La orden del Señor de la Guerra se había cumplido impecablemente y
                 nada, de parte de la Casa de  Tharsis, impediría la Batalla Final! Sólo faltaba
                 ahora que el Pontífice Hiperbóreo, el Señor de la Orientación Absoluta y su
                 Orden de Constructores Sabios, hallasen la Espada Sabia: y eso quedaba
                 totalmente fuera de nuestras manos.
                        Como comprenderá, estas reflexiones  pertenecen al presente. En aquel
                 terrible momento, cuando mi voluntad  resultaba impotente para dominar la
                 lengua, una angustia inenarrable me embargaba: estaba siendo humillada en mi
                 dignidad de Iniciada Hiperbórea y sentía como una traición, como una falta de
                 honor imperdonable, la involuntaria confesión que me estaban arrancando. A
                 pesar de que la posibilidad de aquel final  ya fuera contemplado por nosotros.
                 Pero en esos momentos Yo sólo quería morir, a pesar de que los malditos
                 Rabinos nada deseaban más que conservarme con vida: apenas si fui torturada
                 físicamente, pues toda su acción se  concentró en doblegar y destruir mi
                 estructura psíquica. No iban a matarme, y esto me lo dijeron claramente, porque
                 mi cuerpo era intocable, como el de Rudolph Hess. Sí, Dr. Siegnagel: Yo estaba
                 reservada para un Sacrificio Ritual que efectuarían Bera y Birsa en persona.


                 Sexagesimotercer Día


                        Se interrogará Ud., Dr. Siegnagel, ¿cómo fue que mis captores me
                 enviaron al Hospital Dr. Patrón Isla,  de la Ciudad de Salta? La respuesta es
                 tristemente sencilla, no muy difícil de imaginar. Los Agentes Infernales, que
                 conocían el secreto de sus drogas sobre el cuerpo humano, sabían que a mí me
                 resultaría imposible huir de cualquier  lugar: la voluntad de resistir estaba

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