Page 406 - El Misterio de Belicena Villca
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concederla en esta parte del mundo el Pontifex Maximus de la Orden de
Odín, el Señor de la Orientación Absoluta, o los Constructores Sabios que
lo secundan. Para transmitirle esta verdad fue que cambié mi decisión de morir
voluntariamente. Debe tener presente, Dr. Siegnagel, el punto de vista ético de
los Señores de Tharsis: para la Estrategia de liberación espiritual de los Dioses
Leales al Espíritu del Hombre, implica mucho más Honor el que Yo trate de
despertarle a Ud. que el suicidio para huir de las infames represalias de los
Demonios Inmortales. ¿Acaso ese castigo, la posibilidad de ese terrible final, no
estaba previsto de entrada en la Estrategia sugerida por el Capitán Kiev?
Sí. Decidí despertarle, o al menos intentarlo, ¿pero cómo? No hablando
con Ud. pues un prejuicio profesional le hubiese impedido dar crédito a las
palabras de una enferma mental. Tal vez escribiendo nuestra historia en una
carta, como la presente, pero no se me escapaba que me encontraría en
situación semejante: su incredulidad sería también inevitable. No obstante existe
la posibilidad de que un hecho concreto, ajeno a mí pero suficientemente
efectivo, torne consciente la historia de la Casa de Tharsis: y ese hecho no
puede ser otro más que mi propia muerte a manos de los Inmortales Bera y
Birsa. Vale decir, debo conseguir que los Demonios Golen dejen suficientes
rastros de su inmenso poder como para convencerle a Ud. de que en algún grado
la historia narrada en la carta es verdadera; y debo lograr que la carta llegue a
sus manos después de mi muerte. Es lo que intentaré hacer, Dr. Siegnagel. Por
lo pronto, ya he concluido la carta y he comenzado, desde hace tiempo, a realizar
la Estrategia que creo dará los resultados esperados: con los últimos restos de mi
voluntad graciosa luciférica, he tratado de dirigirme telepáticamente hacia
Chang Shambalá, hacia los miembros de la Orden de Melquisedec, y he
desafiado a los Demonios Inmortales. Los he desafiado en nombre de la Casa
de Tharsis, que es la más grande ofensa para su infernal orgullo, y ahora espero,
no sin temor, la respuesta de Bera y Birsa. Ya los siento, Dr. Arturo Siegnagel,
avanzando entre los Mundos de Ilusión, aproximándose ciegos de odio
hacia mi humilde celda, salvando el Espacio y el Tiempo, dislocando la
Realidad, Pachachutquiy, Pachachutquiy.
Sexagesimocuarto Día
Este será mi último día con vida, Dr. Siegnagel, estoy segura de ello. En
pocas horas entregaré esta carta a la Enfermera que he sobornado, para que se
la haga llegar después de mi muerte. Sólo me queda tiempo para solicitarle el
favor postrero que le había mencionado el Primer Día y ofrecerle algunas
recomendaciones.
En primer lugar, quiero pedirle, Dr., que intente localizar a mi hijo Noyo. Sé
que, después de cuanto Ud. ha leído en esta carta sobre la Sabiduría Hiperbórea,
las técnicas de la oposición estratégica de la Sabiduría Lítica, y el carácter de la
misión emprendida por Noyo, le parecerá poco menos que imposible cumplir este
pedido. Pero es que no le exijo que vaya directamente tras sus pasos, lo que
sería descabellado, sino le ruego trate de hallar a la Orden de Constructores
Sabios del Señor de la Orientación Absoluta: Ellos lo pondrán en la dirección
justa. Además le concederán la Iniciación Hiperbórea, le despertarán, y le
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