Page 464 - El Misterio de Belicena Villca
P. 464
Como atontado lo miraba fijamente buscando algo para decir, cuando
claramente escuché el canino sonido de un gruñido. Llegó a mis oídos
procedentes de afuera de la casa y tuvo la virtud de lograr que los recuerdos se
agolparan en la mente. Lo último que vi y sentí cuando exploraba la finca de tío
Kurt se hizo presente como una avalancha arrolladora.
–¿Q... ué, qué eran? –balbuceé, tratando de contener el temblor que me
sacudía todo el cuerpo. En el rostro de tío Kurt se pintó un interrogante.
–¿Cómo? –preguntó desconcertado.
–La... las fieras –dije haciendo un esfuerzo pues sentía la lengua hinchada
y dormida.
–Ah, los dogos, –cayó en la cuenta tío Kurt–. Son perros; perros del Tíbet.
Animales muy particulares, auténticos perros. Quizás la única especie que
merezca ese nombre. Son animales extraordinarios, capaces de recibir un
adiestramiento semihumano. –Involuntariamente abrí los ojos horrorizado y tío
Kurt al notarlo se disculpó afligido:
–Lo que ha ocurrido contigo es un accidente. Un incomprensible accidente
del cual sólo Yo soy culpable. Los dogos te atacaron porque Yo lo ordené. ¡Oh
Dios, sólo Yo soy responsable del más grande crimen! ¡He derramado mi propia
sangre!...
Comenzó tío Kurt a repetir las incoherencias anteriores mientras Yo iba
cayendo suavemente en la inconsciencia. Los ojos se me cerraban escuchando a
quien había venido a visitar con tanta ilusión, transformado en personaje de una
tragedia griega, ¡por mi imprudencia e imprevisión!
De pronto Yo también me sentí culpable; el corazón se me estrujó; intenté
decir alguna disculpa pero una salvadora penumbra eclipsó mi conciencia,
sumiéndome en un sueño profundo.
Trataré de abreviar los detalles de mi infortunada intromisión en la vida de
tío Kurt. Será una concesión en favor de otros datos que deseo poner a
disposición del lector, para la mejor interpretación de esta extraña historia. Pues
si a alguien se le ocurrió pensar que todo cuanto me había pasado hasta allí era
más que suficiente para cubrir una cuota de hechos misteriosos, le diré que está
equivocado por mucho. A esta aventura le faltaban partes importantes, diría que
recién comenzaba, y si las “casualidades” notables me habían perseguido hasta
entonces, lo que vendría después no le estaba a la zaga. Porque tío Kurt tenía
una historia para contar. Una historia tan extraña e insólita que considerada en sí
misma resultaba increíble; pero que Yo debía tomar con bastante respeto, ya que
“esa” historia era parte de “mi” propia historia.
Pero no nos adelantemos. El día que abrí los ojos, y vi por segunda vez en
mi vida a tío Kurt, era el siguiente a la noche de mi desafortunada incursión por la
finca. Hacía unas quince horas que permanecía inconsciente ante la
desesperación de tío Kurt, que temía haberme producido una lesión cerebral
grave.
El golpe, asestado con la culata de una pistola Luger, había sido
contundente y, según tío Kurt, debía agradecer la salvación a la anormal dureza
del cráneo o a un milagro.
¿Por qué esta seguridad? porque él había golpeado con mucha fuerza;
según sus palabras; la suficiente como para matar al intruso. Esta violencia se
debía a que tío Kurt esperaba un atentado, un ataque de un momento a otro.
464