Page 476 - El Misterio de Belicena Villca
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La siguiente vez que nos vimos, la última, fue en Córdoba, en Agosto del
año pasado. No voy a negarte, Arturo, que abrigaba el secreto deseo de conocer
el asombroso Iniciado de quien tanto me hablara Oskar. Y sin embargo ello no
pudo ser, pues el Pontífice se hallaba en un retiro secreto escribiendo un nuevo
libro. Pese a todo, Oskar se encontró con la significativa noticia de que en la
Orden habia un libro para mí: uno de los miembros antiguos me entregó el
ejemplar que ahora tienes en las manos y me transmitió el saludo de Nimrod: “el
Pontífice, dijo con respeto, se alegraba de ‘haberme conocido’ y me aseguraba
un gran desempeño al servicio de los Dioses del Espíritu”. Desde luego, aquella
entrevista se realizó en un hotel, pues nadie podía conocer las propiedades ni los
lugares de reunión de la Orden antes de ser aceptado.
¿Te das cuenta, Arturo, lo cerca que estuve de ingresar en la Orden de
Caballeros Tirodal? Estuve cerca, muy cerca, pero no conseguí concretar el
ingreso porque el único contacto que tenía con la Orden lo constituía Oskar y
éste falleció en Diciembre del 79. Por lo menos eso era lo que anunciaba el
telegrama enviado por su viuda en Enero, a mi Casilla de Correo de Salta. Otra
información más precisa no poseo, neffe. Compré los diarios de Córdoba de esos
días y comprobé que, en efecto, se había efectuado el sepelio de Domingo
Pietratesta, fallecido en su cama a causa de un síncope cardíaco. Luego de tan
infausta noticia, sin poder hacer otra cosa mas que aguardar el paso del tiempo,
he leído muchas veces el libro “Fundamentos”, llegando a la conclusión de que
su contenido expresa en el más profundo y riguroso sistema de conceptos las
antiguas y simples verdades de la Sabiduría Hiperbórea. El porqué Nimrod
concibió semejante obra para regular el acceso de los Elegidos a su Orden creo
que tiene que ver con una visión superrealista de la Epoca, de la Cultura actual, y
con el typo de Iniciado que él busca para llevar a cabo la misión propuesta por
los Dioses. Sea de ello lo que fuere, estimo que no causaré ningun daño a la
Estrategia de Nimrod permitiendo que tú lo leas ahora. Sólo contraeré una Deuda
de Honor con la Orden, que algún día tendré que saldar. De todos modos, tu ya
has leído previamente una carta a la que atribuyo tanto valor como a este libro, a
pesar de que todavía no me has permitido que de cuenta de ella.
Aquí sonrió tío Kurt, en tanto Yo me sentía invadido por la vergüenza. No
obstante la momentánea turbación, continué riendo, como lo venía haciendo
desde unos minutos atrás. Es que estaba eufórico. Mi vida se había enredado de
un modo harto significativo después del asesinato de Belicena Villca, y aquella
trama era evidente que no podía ser casual: Alguien, los Dioses Liberadores,
ya que no el “Angel de la Guarda”, había dispuesto uno como argumento
real, uno como libreto del des-tino, para que Yo lo siguiera “casualmente” y
me enterara de estas cosas en el momento justo. En una palabra: había sido
guiado por los Dioses. Y este pensamiento, esta certeza, me llenaba de íntimo
gozo.
Tío Kurt, ya no me cabían dudas, poseía las claves que buscaba. No me
desalentaba el hecho de que la muerte de Oskar Feil lo había desconectado de la
Orden. Con la información que ahora poseía, se me antojaba tarea mucho más
fácil la localización de Nimrod de Rosario y la Orden Tirodal: él era el Señor de la
Orientación Absoluta y aquéllos eran los Constructores Sabios de su Orden. Su
búsqueda apuntaba, y tío Kurt no podía saberlo todavía porque no había leído la
carta, a encontar un Noyo o una Vraya, Iniciados capaces de atravesar las
Piedras de un Valle de dos Ríos y llegar hasta la Espada Sabia, junto a Noyo de
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