Page 527 - El Misterio de Belicena Villca
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que adormecerá tu incipiente conciencia espiritual. Eres víctima del Gran Engaño.
Crees ser y casi no existes más allá del capricho de Jehová Satanás. Mientras no
regreses conscientemente al Origen, allí donde ahora estás sin saberlo, no
debes venir a mí pues podrías extraviar el camino. Primero debes ser lo que ya
eres, debes retornar al Principio desde donde nunca has partido, recuperar el
Paraíso que jamás perdiste. Cuando resuelvas este Misterio, marchando por el
camino del Laberinto y llegando a la salida, recién podrás decir Yo Soy. Pero no
temas, no estarás abandonado, serás guiado carismáticamente hasta el fin.
Sigue los Círculos Cerrados de la Orden de Thule pero no te detengas en
ninguno; avanza siempre, hasta llegar al Penúltimo Círculo; allí nos volveremos a
ver. Y finalmente, trata de interpretar con sabiduría éste, mi consejo y guía: en el
orden planetario primero el Führer; en el orden individual primero Rudolph
Hess. Por lo tanto, sigue a Rudolph Hess, inspírate en Rudolph Hess”.
Había conseguido resolver el Misterio de la Voz, llegando hasta su oculta
fuente, el Divino Kiev, pero inmediatamente de lograda esta maravillosa hazaña
psíquica se me prohibió restablecer el contacto ocasionándome una rara
sensación de tristeza. Respetuosamente autoimpedido de contemplar la
centelleante esfinge de Kiev a causa –lo aceptaba tácitamente– de mi
imperfección, sólo deseaba salvar los obstáculos que me separaban del
Penúltimo Círculo de la Thulegesellschaft donde sería autorizado a restablecer el
vínculo telepático con el Origen.
En todo esto pensaba mientras el tren me llevaba velozmente a
Pomerania, lamentando no haber hallado a Rudolph Hess en Berlín para confiarle
lo acontecido y consultarle sobre el Divino Hiperbóreo Kiev.
Capítulo XVI
Tío Kurt, lo que me has contado es maravilloso! ¡Tú solo, internamente,
vale decir, sin ayuda de nadie, llegaste hasta uno de los Dioses Liberadores! –
exclamé, impresionado por la similitud de su experiencia con mi percepción de
aquel instante infinito, la noche del terremoto, durante el cual contemplé la Divina
imagen de la Virgen de Agartha.
–Y dime tío: –agregué, haciendo caso omiso a los gestos de protesta de
tío Kurt, que pretendía continuar linealmente con su relato– ¿pudiste conservar la
facultad de comunicarte con el Capitán Kiev? quiero decir: ¿lograste escucharlo
más adelante? ¿lo oyes aún hoy?
–Sí, neffe –afirmó con resignación–. Aunque pasaron varios años hasta
que Yo me atreví a dirigirme directamente a El, Su Voz me guió en todo
momento, salvándome la vida poco tiempo después, en Asia, como verás si me
dejas proseguir el relato. Pero te anticipo una respuesta afirmativa a tu última
pregunta: aún le oigo; aún me guía. El me ordenó venir a Santa María y
permanecer aquí. Y si bien cumplí con Su mandato, lo hice a disgusto, y todos
estos años, estos treinta y tres años, los pasé en abierta rebeldía contra los
Superiores Desconocidos. Sí, neffe: El me habló muchas veces, y aún me habla,
como lo hizo antes que tú llegases, cuando vibró el zumbido de las abejas, el
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