Page 522 - El Misterio de Belicena Villca
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Esto último debe entenderse no en el sentido de que fueran oscuros o
                 velados, sino que dichos conceptos aludían a cosas y situaciones desconocidas u
                 olvidadas por mí. Digo “olvidadas” porque en ese sentimiento de veracidad que
                 me inducía el escuchar las palabras de la Voz coexistía como una reminiscencia
                 de un Saber perdido, de una Verdad olvidada.
                        Shambalá, Agartha, Señores de Venus, conceptos brevemente familiares
                 que alguna vez formaron parte de algún conocimiento más vasto pero que,
                 inexplicablemente, había  olvidado sin poder precisar dónde ni cuándo, con
                 seguridad no en esta vida y tal vez no en “otra vida” sino en un “estado del
                 Espíritu” fuera de toda vida y manifestación.
                        De una cosa estaba seguro: la Verdad estaba en  el pasado, un remoto
                 pasado que, sin embargo, casi podía tocar con la punta de los dedos.


                 Capítulo XV


                        Cuando reaccionaba, luego de recibir uno de estos “mensajes”, mi primer
                 impulso era “preguntar” algo más a la Voz, interrogar sobre la “interpretación” del
                 mensaje, o sobre la misma Voz.
                        Pero era inútil pues la Voz desaparecía tan misteriosamente como había
                 aparecido y sólo obtenía el silencio  por respuesta. Sin embargo, cuando no
                 pensaba en ello, y me encontraba meditando sobre alguna cuestión del ámbito de
                 la Historia, la Filosofía o la Religión, aparecía el Comentario Fugaz, la Palabra
                 Sabia y Fulgurante, como una Chispa de Sabiduría.
                        Esa dificultad para “comunicarme” con la Voz lejos de decepcionarme
                 estimulaba mi curiosidad y me embarcó en una breve búsqueda de información
                 sobre tan extraño fenómeno.
                        El oído interior se había abierto cuando fui presentado al Führer, debido al
                 poderoso influjo de su presencia, y luego partí con Papá hacia Egipto para pasar
                 unas vacaciones, como ya dije. Era durante esos días que intenté develar el
                 misterio de las apariciones furtivas de la Voz. Para ello comencé a leer todo
                 cuanto se refería a casos similares al mío, comprobando con horror que hasta
                 pocos años atrás cualquier persona que experimentaba la audición de voces se
                 hacía sospechosa del cargo de brujería o demonología. La imagen de Juana de
                 Arco, la “Doncella de Orleans”, ardiendo en la hoguera por seguir el dictado de
                 una Voz interior no resultaba un aliciente muy grato para profundizar en el
                 asunto.
                        Pero me alentaba el pensar que estábamos en otro siglo, en una época
                 abierta a la investigación y al conocimiento. A pesar de que comprobaba a cada
                 paso que en el terreno de la experiencia psíquica abundaba la superstición o el
                 escepticismo.
                        Leyendo las obras de Allan Kardec, el fundador del Espiritismo moderno,
                 comprobé que entre las múltiples formas de  Mediumnidad descriptas como
                 “comunes a mucha gente dotada”, figuraba una Mediumnidad Auditiva, la cual
                 creí que podría equipararse con el fenómeno que venía experimentando.
                        Según Allan Kardec un  Médium es una persona que puede ponerse en
                 contacto con el “Mundo de los Espíritus”:  “¿Qué es un Médium? Es el ser, el
                 individuo, que sirve de enlace a los Espíritus para que éstos puedan comunicarse

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