Page 518 - El Misterio de Belicena Villca
P. 518

Considerando estos conceptos puede ahora comprenderse mi actitud ante
                 el fenómeno de la Voz: concluía que “estando preparado psíquicamente durante
                 varios años en un riguroso entrenamiento intelectual, la seguridad que disponía
                 en la certeza de los juicios era bastante objetiva”. Es decir que, intelectualmente,
                 cuando estaba “seguro” de un concepto era “seguramente” correcto. Y con esa
                 seguridad tan objetiva en los juicios, me decía que la Voz que oía no provenía de
                 mi inconsciente, no formaba parte de mi Yo, era ajena a mi Espíritu o era, quizás,
                 otro Espíritu.
                        Debo destacar que la seguridad que tenía de estar en lo cierto iba
                 acompañada de un profundo análisis en el que consideraba, entre otras cosas, el
                 hecho de que la Voz era capaz de emitir conceptos  que Yo de ningún modo
                 conocía. Esto puede tener una explicación más o menos psicológica pero
                 algunos conceptos eran muy específicos  y sin embargo la Voz los utilizaba y
                 estructuraba con gran precisión. Ergo, la Voz era “Sabia” y esto sí que no tiene
                 explicación rebuscada salvo que se acepte lo que realmente es: que la Voz
                 pertenecía a una entidad psíquica ajena a mí.
                        Otro elemento del fenómeno que tomaba en cuenta para el análisis era el
                 hecho de que no había sido espiritualmente  “invadido” por otra entidad como
                 ocurre en la posesión diabólica o en el  espiritismo, sino que a mi conciencia
                 llegaba solamente la Voz, nítida y enérgica, sin consecuencias psicosomáticas de
                 ninguna especie.
                        Es decir que al producirse el fenómeno Yo no “veía”, ni “sentía”, ni
                 “gustaba”, ni “olía” nada raro; solamente oía la voz y era, repito, como si se me
                 hubiese “abierto” mi oído interior.
                        Las primeras veces que escuché la Voz fui sorprendido por el inesperado
                 mensaje que surgía a saltos, enérgica  y velozmente, disparada rítmicamente
                 como un rayo. No aparecía siempre, sino cuando meditaba en alguna cuestión
                 que requería cierta concentración. Para que se entienda mejor la calidad del
                 fenómeno que me acontecía daré algunos ejemplos. Tú eres médico psiquiatra,
                 neffe, y no deseo, dentro de lo razonable, que dudes de mi cordura pues lo que
                 ocurría debe interpretarse como una ampliación de la capacidad de percibir,
                 antes que como una “enfermedad”.
                        (Hice una seña de asentimiento y confianza a tío Kurt pues nadie como Yo
                 sabía cuantas arbitrariedades se cometen en torno a las auténticas virtudes
                 psíquicas del hombre, aquellas que se desarrollan “solas” o autodesarrollan y lo
                 enaltecen sin afectarle en nada su equilibrio racional pues se integran
                 “naturalmente” a la personalidad. Virtudes psíquicas que se obtienen
                 espontáneamente, sin recurrir a absurdos  “métodos ocultos” o “gimnasias de
                 meditación trascendental” que terminan por quebrar el delicado orden mental y
                 acaban por conducir al discípulo a la locura y la muerte).
                        –Recuerdo un día –prosiguió tío Kurt– en que me encontraba leyendo el
                 Bhagavad-Ghita      29 , escrito védico perteneciente a la gran epopeya del
                 Mahabarata, guerra mítica que envolvió en la lucha a hombres, Angeles y Dioses
                 y de cuyo recuerdo los antiguos arios de la India escribieron y recopilaron.

                        El Ghita trata sobre la batalla que debe librar el héroe  Arjuna para
                 recuperar el trono, usurpado por su primo. Arjuna es un miembro de la casta

                 29  Bhagavad-Ghita: “Canto del Señor” en sánscrito. Libro sagrado de la India.
                                                         518
   513   514   515   516   517   518   519   520   521   522   523