Page 537 - El Misterio de Belicena Villca
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–Exactamente, Kurt –confirmó Tarstein–. Escuche esto, entonces, y
grábeselo bien en el cerebro: análogamente a la caza por especies, de entre los
cazadores de la Sinarquía, los Druidas están encargados de cobrar las
piezas de su especie.
Me quedé mirándolo sin comprender; o sin querer comprender. El repitió:
–... de su especie, Kurt Von Sübermann.
No sabría decir qué me resultaba más asombroso, si la historia que había
narrado Tarstein, sin dudas verdadera, o el saber que estaba frente a un Conde,
un Noble de linaje antiquísimo: por su apariencia ciudadana, por su trato humilde
y caballeresco, por su indumentaria de dudosa calidad, difícilmente lo hubiese
sospechado. Yo también heredaba un título nobiliario; sin embargo algo interno,
una intuición inexplicable, me decía que su Sangre era más Pura, que su Estirpe
era más antigua, que su nobleza era superior a la mía. De su advertencia, sobre
el peligro de los Druidas, por supuesto, no hice el menor caso.
Antes de salir tomó unas hojas mecanografiadas de la estantería de
documentos y me las alargó. “Son –me dijo– la trascripción del artículo
‘Druidism’ de la Enciclopedia Británica: leálo; le refrescará la memoria”. Echó
llave a la biblioteca druídica y regresamos a la cocina.
Bebía otra taza de té, aún confundido por las revelaciones de Tarstein,
cuando éste, que había salido un momento antes, regresó.
–Fui hasta mi estudio para buscar este manuscrito –me enseñó un libro,
hábilmente encuadernado, y escrito a mano con exquisitos caracteres góticos–.
Su título es “Historia Secreta de la Thulegesellschaft”. Lo escribí empleando
conocimientos que son del todo secretos y que en Alemania sólo unos pocos
Iniciados conocen en parte. Ud. lo podrá leer más adelante, pero no lo deberá
sacar de esta casa pues es el único ejemplar que existe y los secretos allí
contenidos podrían cambiar la organización política del Planeta si cayesen en
poder del Enemigo. Aquí se explica, por ejemplo, cómo hicieron los Iniciados de
la Orden Einherjar para determinar que Adolf Hitler era al Führer de la Raza
Blanca y cómo lo guiaron hacia el Poder; y las Ordenes intermedias que tuvieron
que fundar, como la Germanenorden y la Thulegesellschaft, hasta llegar a la
Orden poseedora de la Sabiduría Hiperbórea en el Más Alto Grado, es decir, la
Orden Negra
Es de imaginar la avidez con que observé aquel manuscrito, deseando
tener la posibilidad de leerlo allí mismo. Las palabras sonaban misteriosas en la
boca de Tarstein, y esta impresión se acentuaba debido a la irrealidad del lugar,
en donde se atravesaban los siglos con sólo recorrer unos metros de pasillo.
–A su taufpate Hess –continuó Tarstein, cambiando de tema– lo conozco
desde que apareció en Munich en 1919. Era un joven estudiante de geopolítica
cuando ingresó, ese año, a la Thulegesellschaft. Sin embargo reconocimos en él
a uno de los grandes Espíritus de Alemania, a quien venía a ser el Escudero del
Rey Arturo. Un Parsifal cuya misión no sería esta vez, la búsqueda del Gral sino
el sacrificio de sentarse en el asiento peligroso durante la crisis del Reino,
ese puesto número trece en la tabla redonda que sólo puede ocupar un Loco
Puro, un Caballero capaz de hacer una Locura de Amor para salvar el Reino.
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