Page 552 - El Misterio de Belicena Villca
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comprobar en qué forma perfecta encajaban las historias de Belicena Villca y tío
                 Kurt. Y no dejaba de preguntarme cómo terminaría aquella aventura, ahora que
                 indudablemente contaría con el apoyo de tío Kurt para buscar al hijo de Belicena
                 Villca.


                 Capítulo XIX


                        Eran las 9 de la mañana y afuera caía una tenue llovizna.
                        Ambos habíamos dormido poco y lo sabíamos. Pero ambos, también,
                 presentíamos que se nos acababa el  tiempo, que esa tranquilidad que
                 disfrutábamos no duraría mucho.
                        Tío Kurt sorbió el último trago de su café y siguió con el relato.
                        –En el nórdico Ordensburg de Crossinsee, como ya dije, permanecí tres
                 meses. Al mes de estar allí visité por primera vez a Konrad Tarstein y los
                 siguientes dos meses concurrí a la Gregorstrasse 239 todos los sábados merced
                 a que el   Oberführer Papp había gestionado para mí una comisión permanente
                 en Berlín los fines de semana. No me resultaba difícil así el viaje desde Prusia a
                 Berlín, pero temía, en esos días, no poder hacerlo con la misma facilidad desde
                 el Ordensburg Vogelsang bastante más lejos, en el Occidente renano.
                        En aquellos dos meses, a medida que Tarstein me iba instruyendo en los
                 secretos de la Thulegesellschaft, Yo experimentaba hacia él un afecto y una
                 admiración cada vez mayor. Pronto  quedó totalmente sepultada la pobre
                 impresión inicial ante su fascinante personalidad y debo decir que no hubiese
                 vacilado en golpear a cualquier insolente que osase expresar en voz alta algo de
                 lo que Yo mismo, el primer día, había pensado sobre Tarstein. ¡Así de irreflexiva
                 es la juventud!
                        El “arreglo” que Rudolph Hess y Konrad Tarstein habían hecho acerca de
                 mi persona consistía en que debía concurrir a la Gregorstrasse 239 durante un
                 cierto tiempo con el fin de ser instruído en la Sabiduría Hiperbórea, que esa era
                 la “Filosofía Oculta” de la verdadera Thulegesellschaft. Esta preparación, que me
                 capacitaría para recibir la  Iniciación Hiperbórea, sería impartida por el propio
                 Tarstein, un raro honor según se me hizo notar muchas veces, que jamás se
                 concedía a nadie. Es que Tarstein era, según fui comprendiendo con el tiempo,
                 uno de los hombres más importantes de Alemania por su jerarquía secreta en la
                 Thulegesellschaft.
                        Según Konrad Tarstein para recibir  la Iniciación Hiperbórea debía
                 purificarme previamente. Con ese fin  fue introduciéndome  en ese maravilloso
                 conocimiento que es la Sabiduría Hiperbórea. Pero, debo aclarar, esta
                 enseñanza no constituye un mero saber, una información suspendida en la
                 memoria para ser utilizada en los juicios racionales. Por el contrario Tarstein
                 recomendaba no memorizar en lo más mínimo y, de  ser posible, olvidar lo
                 conversado, pues el objetivo de la instrucción apuntaba a despertar la Memoria
                 de Sangre, fenómeno que sólo se podría lograr si el conocimiento adquirido
                 actuaba gnósticamente sobre la cepa hiperbórea primordial que constituye la
                 Divinidad del virya.
                        Es así como fui testigo asombrado  –asombrado en todos los grados del
                 asombro, hasta el espanto– de relatos y explicaciones que sobrepasan lo

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