Page 588 - El Misterio de Belicena Villca
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asumieron muy distintas actitudes. El que se hallaba en la torre de la extrema
derecha, se descolgó con una cuerda fuera de la muralla y se dirigió
resueltamente hacia el lugar donde estaban ocultos los caballos, derribando sin
contemplaciones, con mortales golpes de cimitarra, a los desconcertados
duskhas que encontraba en su camino. El de la torre de la izquierda, preparó la
cuerda para descender al exterior, pero luego bajó por la escalera de piedra hacia
el interior y, convertido en un torbellino de mortíferas estocadas, limpió de
enemigos las inmediaciones de aquel sitio: aguardaba la llegada de la escuadra
de Von Grossen, que ya tendría que encontrarse allí.
Una y quince. El numeroso corrillo de duskhas, reunidos ante la entrada
del Monasterio, reclamaba con fuertes voces la presencia de los lamas del
Bonete Kurkuma. Ignorando el clamor de sus hermanos, los monjes se habían
atrincherado y estaban, probablemente, rezando plegarias a Rigden Jyepo y a los
Dioses de la Fraternidad Blanca.
Era improbable que en el interior del Gompa, sede física del Ashram
Jafran, hubiese algún arma de fuego; y era más improbable aún que algún lama
estuviese dispuesto a defender con armas su refugio.
La aparición a la carrera de Von Grossen y los oficiales fue sorpresiva y
causó el pánico de los pobladores. Dos granadas cayeron entre ellos y
completaron aquel cuadro de terror sin nombre. Los estallidos, en medio de la
multitud, mutilaron los cuerpos más cercanos y proyectaron decenas de esquirlas
en todas direcciones, dientes de metal ávidos de morder y herir la carne, fieras
ciegas y aladas que mataban al azar. Von Grossen sólo tuvo que disparar dos
veces con la metralleta, para que la lluvia de balas dispersase al gentío
enloquecido.
Todo el grupo se resguardó preventivamente bajo la galería de una
hermosa Pagoda budista de estilo tibetano, con el fin de preparar la siguiente
acción. Kloster y Hans, en el centro del círculo de cimitarras kâulikas, bajaron sus
mochilas y extrajeron las cuarenta granadas de fusil. Tomaron luego los Mauser
1914 e insertaron dos de ellas en el adaptador de los cañones.
Las granadas de fusil tenían carga de fósforo, que estallaba con el
impacto, y constituían una eficasísima bomba incendiaria táctica. Despedidas con
un fusil semejante al Mauser, era posible acertar blancos precisos a 300 metros.
Sus blancos, las ventanas del Monasterio, los invitaban a lanzar los proyectiles
sólo 25 metros adelante.
Asentado sobre una base cuadrada de setenta metros de lado, el Gompa
mostraba tres filas de ventanas en el nivel superior a la puerta de entrada,
fachada principal que veíamos de frente. Albergaba, como dije, unos 500 lamas
del Bonete Kurkuma, muchos de los cuales se asomaban y arengaban a los
duskhas, ora suplicando, ora mandando, a resistir al enemigo, a reorganizar la
defensa, a no huír, etc. Quizás la más paradójica de tales dramáticas
intimaciones fuera la que aseguraba, en el Nombre del Bendito Señor, que los
intrusos no eran Demonios sino simples mortales.
Existía también una gran puerta trasera, que daba a la Isla Blanca, y dos
pequeñas puertas en sendos lados del edificio, todas las cuales permanecían
trancadas por dentro. Los techos, cubiertos de tejas marrones, se inclinaban en
suave pendiente hiperbólica, y había un patio central rodeado de galerías y finas
columnas.
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