Page 595 - El Misterio de Belicena Villca
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demostraban estar dispuestos a llegar hasta el final y encaraban una
transformación profunda de la sociedad alemana que borrase todas las huellas
de la Cultura Nazi y la Sabiduría Hiperbórea: una sociedad alemana que se
integrase pacíficamente en la Sinarquía Universal de la segunda mitad de Siglo
XX exigiría, para que fuese abierta y confiable a la Fraternidad Blanca, una forma
de gobierno democrática y liberal, y una Cultura Oficial en la que tuviesen libre
expresión el sionismo, la judeomasonería y el judeomarxismo, o las ideologías
nacidas de esos troncos sinárquicos. Entonces sí, si los traidores reinantes
realizaban estas condiciones del pacto, Alemania se situaría en el bando de Dios,
del Bien, del Amor, y de la Justicia; y los alemanes se verían apartados para
siempre de sus malignas Deidades ancestrales.
Así es, Oskar –concluí–. Ernst Schaeffer es uno más de un conjunto
numeroso de traidores. Su función en la conspiración es firmar, en nombre de las
“Fuerzas Sanas de Alemania”, un Pacto Cultural sinárquico con los
representantes de la Fraternidad Blanca. No puedo revelarte en qué consiste
nuestra misión, cómo vamos a frustrar sus planes, pero te aseguro que ya en
Alemania tu suerte estaba decidida. ¡Jamás pasarías por el Cancel de Shambalá!
Oskar se sintió ridículo cuando supo que Ernst Schaeffer lo había
condenado desde el principio a morir en el Tíbet, que quizás sólo con ese fin le
permitió participar de la Operación Altwesten, y que el espionaje que realizara
para mí había sido a su vez supervisado por dos espías profesionales del S.D.,
participantes también de la expedición. Y para colmo de males hubo de enterarse
de que involuntariamente había causado la muerte de Gangi.
–He sido un tonto –afirmó avergonzado–. Y pensar que Yo me atreví a
acosejarte a ti sobre la forma en que debías actuar y te sugerí consultar a
Rudolph Hess. ¡Todos se han burlado de mí!
–No te tortures, Oskar, que en ese entonces Yo ignoraba estos hechos. Y
hasta último momento Yo desconocía la existencia de otros espías entre ustedes.
Ahora sólo debemos pensar en impedir que el infame traidor de Schaeffer lleve a
cabo su infernal cometido. Sus planes ya están fallando: tú estás vivo y eso es
lo que cuenta. Vendrás con nosotros y conocerás el final de la historia,
comprobarás el fracaso de sus vanos esfuerzos por destruir el Nuevo Orden –
aseguré con convicción.
–Muy claros conceptos y muy admirable su fe, Von Sübermann –intervino
Von Grossen volviendo a la carga–. Pero no me ha dicho aún cómo vamos a
encontrar a Schaeffer en este laberinto de montañas, y con el Invierno casi
encima. ¿Cómo lo buscaremos? ¿Cree acaso que es posible rastrillar al azar
semejante región?
Realmente, Yo no tenía ni la menor idea que respondiese a esas
preguntas. Ante la presión del Standartenführer, sólo atiné a proponer:
–Debemos inquirir a los kâulikas. Posiblemente ellos sepan el modo de
localizar a quienes se desplazan por territorios que les resultan sobradamente
conocidos.
Karl Von Grossen se tomó la cabeza entre las manos, al comprender que
sus sospechas eran fundadas: Yo no poseía la solución al problema de hallar a
Schaeffer. (¡Mein Gott: si fallaban en ese objetivo ni soñar con regresar a -
Alemania!) Aquella operación, Himmler y Heydrich se lo habían dicho bien claro,
podía constituir un viaje sin retorno. El fracaso no estaba permitido. Si
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