Page 622 - El Misterio de Belicena Villca
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nueva pareja de perros daivas, el cual crecerá, madurará, y nacerá al cabo:
entonces, luego del alumbramiento, el ejemplar antiguo se desintegrará
fatalmente. ¿Comprendéis ahora por qué vive uno de ellos?
Asentí, aliviado al saber que en poco tiempo recuperaría la pareja de
perros daivas.
–Pues bien –agregó Srivirya–; entonces no olvidéis que en este período,
mientras el dogo andrógino se encarga de gestar la nueva pareja, debéis referiros
a él con el nombre de “Vruna”, puesto que es la unidad de Kula y Akula.
Volví a asentir, dado que aquello era indudablemente lógico. En eso estalló
Von Grossen.
–¡Por Dios, Von Sübermann! ¡Siempre los malditos perros! ¿Se preocupa
por la muerte de un perro? ¿Y nuestros Camaradas? Me ha comunicado su
sospecha de que también han muerto: ¡pues debería afligirse por ellos! Y
tampoco sabe dónde estamos. Eso trataba de averiguar a los tibetanos cuando
Ud. me interrumpió para hablar de los condenados mastines.
Decidí no responder a las injustas acusaciones de Von Grossen.
–Nada sabemos nosotros sobre el lugar al que nos ha traído el Shivatulku
–terció Srivirya–. A él toca responder, pues sólo él conoce la orden que dio a los
perros daivas.
A Von Grossen se le descompuso la expresión del rostro al verificar que el
tema de los dogos era ineludible. Yo no tuve que reflexionar para exponer una
cuestión que me intrigaba desde que recobrara el conocimiento en aquella playa.
–¡A Sining! Yo ordené a los dogos ir a Sining. Fue el primer lugar que se
me ocurrió, seguramente porque los dos monjes que guiaban a los holitas
afirmaron que desde allí nos ayudarían a llegar a Shanghai. No me explico por
qué los perros daivas no nos condujeron a Sining.
–¡Oh, qué extraña es la mente del Shivatulku! –exclamó Srivirya, quien no
podía concebir que mis actos fuesen simplemente estúpidos, como en verdad lo
eran–. Si deseábais ir a Shanghai ¿Por qué no mandar a los perros a que os
condujesen directamente hacia allí, en lugar de solicitarle la plaza de Sining,
situada 2.000 km. antes? ¡Incomprensibles son los Designios de los Dioses! Pues
ahora que los perros daivas están en proceso de reproducción no podréis
emplearlos ya más para un vuelo lung-svipa: sólo los futuros cachorros, algún
día, os llevarán a través del Tiempo y el Espacio. Claro que ahora sabremos
dónde estamos ¿Qué Sining habéis traducido en vuestra orden?
–¿Cómo qué Sining? No entiendo a qué se refiere –declaré, temiendo oír
lo que vendría.
–Pues claro, Hijo de Shiva –explicó candorosamente Srivirya–. ¿La orden
solicitaba dirigirse a Sining-Fu o a Sining-Ho, es decir, a la ciudad de Sining o al
río Sining?
Solté un juramento. ¿Por qué había sido tan poco preciso al definir el
destino impuesto al viaje aéreo de los perros daivas? La respuesta era obvia:
porque la orden fue formulada en un momento crítico, en medio de un tremendo
desorden físico que me impidió razonar lo suficiente. En aquella terrible
circunstancia olvidé todo, no describí con precisión la meta pues supuse
inconscientemente que los perros entenderían, que interpretarían exactamente
mis deseos. Y la verdad era muy otra: los canes eran tulpas, yidams, máquinas
mágicas proyectadas por la voluntad de acero de los Magos y que requerían el
correcto control de sus funciones.
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