Page 636 - El Misterio de Belicena Villca
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naturalmente inconcebible. Y desde tal  punto de vista político “el comunismo”,
                 ergo,  era la Unión Soviética. En síntesis,  un golpe táctico contra el
                 comunismo soviético obligaría a todos los Estados partícipes de la
                 Sinarquía a correr en auxilio de su aliado. Atacar a la Unión Soviética era, así,
                 un objetivo estratégico de primer orden contra la Sinarquía Universal. El Führer lo
                 sabía y obró conscientemente, previendo  que la Guerra Total del Tercer Reich
                 contra la Sinarquía sería una Guerra de Principios Supremos: el Espíritu Eterno
                 contra las Potencias de la Materia. Durante la guerra anticipó lo que iba a venir,
                 con su precisión habitual: “si ganamos la guerra, el poder judío mundial habrá
                 desaparecido para siempre; si perdemos, su triunfo será de corta duración,
                 pues su organización quedará definitivamente expuesta”.
                        ¿Y qué hicieron los “Camaradas” japoneses para favorecer la Estrategia
                 del Führer? Recordemos. Alemania invade a la Unión Soviética el 22 de Junio de
                 1941. Cualquiera pensaría que con un  “aliado” como Japón ocupando China
                 desde 1937, la Unión Soviética se vería entre dos fuegos. Pues quien tal
                 pensara, se equivocaría por mucho, pues el 13 de Abril de 1941, “casualmente”
                 dos meses antes de la Operación Barbarroja, Japón firmaba el  “Pacto de
                 neutralidad japonés-ruso soviético” que implicaba la desmilitarización de
                 Manchuria y Mongolia. Es claro, neffe, que si Japón hubiese compartido
                 realmente nuestra  weltanschauung habría atacado a la Unión Soviética
                 simultáneamente con los alemanes: con los ejércitos alemanes por el Oeste y las
                 hordas japonesas por el Este el comunismo soviético se habría asfixiado en una
                 mortífera pinza nacionalsocialista.
                        Lógicamente, después de 1945 he reflexionado mucho sobre las palabras
                 del Shiva-guru de Sining y me resultó difícil no hallarles razón, toda vez que los
                 hechos las confirmaron. Desde luego, frente a la actitud deshonesta del Japón,
                 mas nos hubiera valido tener por aliados a los chinos: ellos en esos años
                 deseaban destruir al comunismo soviético casi tanto como sacarse los japoneses
                 de encima. ¿Se había equivocado el Führer al confiar en el Japón, error que le
                 habría costado la Campaña de  Rusia y el resultado de  la Guerra Mundial? Yo
                 creo que no hubo tal error y que la Estrategia del Führer era tan genial que iba a
                 lograr el increíble efecto de descubrir la “mentalidad judaica” allí donde estuviera,
                 aún entre los mismos “aliados” de Alemania. En una guerra de Principios
                 Supremos como la que planteara el Führer no interesaba “ganar” o “perder” en la
                 Tierra, en el plano material, sino imponer una weltanschauung espiritual cuyo
                 valor estaba del todo fuera del plano material: si la  weltanschauung, la
                 concepción hiperbórea del Mundo, “nuestros estandartes”, eran comprendidos
                 por el hombre de Honor, la guerra se ganaría, aunque se sufriese un traspié
                 material; si la weltanschauung no se comprendiese, o fuese olvidada, la guerra
                 se perdería, aún cuando nos favoreciese la suerte de las armas. En esa guerra
                 de Principios Supremos, no interesaría una vida sin Honor: sería el momento
                 histórico en el que cada pueblo demostraría su verdadero ser y lo que desearía
                 ser. Un hombre extraordinario, quizás  un Dios, uno a quien los kâulikas
                 denominaban el Señor de la Voluntad Absoluta, había creado las circunstancias
                 que obligarían a cada pueblo a manifestar su esencia, que pondría a la Sinarquía
                 al descubierto, que maduraría la pus judaica y la haría brotar allí donde se
                 estuviera incubando su cultivo corruptor.  ¿Siendo así, se equivocó el Führer o
                 acertó maravillosamente al conseguir que el Japón se desenmascarara ante el


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