Page 639 - El Misterio de Belicena Villca
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sistema sinárquico internacional, el trueque de los samurais por los yens, la
elevación de su stándard de vida, en fin, el descubrimiento del verdadero rostro
del Japón, como adelantara sabiamente el Shiva-guru de Sining.
Por supuesto, estos cargos contra el Japón no pueden ser relativizados ni
atenuados por el hecho cierto de que durante la Guerra muchos japoneses
combatieron con heroísmo sin par, como por ejempo, los kamikazes. Hay que
llamar a las cosas por su nombre y reconocer las excepciones a las reglas: así
como en la Alemania leal existieron incontables traidores, en el Japón traidor se
destacaron honrosamente muchísimos valientes guerreros leales.
Capítulo XXXVII
Si Sining-Fu me había asombrado por sus grandes dimensiones ¿qué
decir de Lan-Cheu-Fu que era cuatro veces mayor? Mas se trataba de dos clases
distintas de ciudad: Sining-Fu representaba la típica urbe fronteriza, situada sobre
un importante camino comercial; su vida dependía más que nada del tráfico de
mercancías y no se interesaba particularmente en la producción; por eso
semejaba, como dije, un descomunal mercado. Lan-Cheu-Fu, por el contrario, -
constituía la clásica metrópoli: era la capital de la provincia de Kansu y, si bien
comerciaba tanto o más que Sining, estaba dotada de industrias clave, tales
como las textiles y siderúrgicas, y acopiaba una gran variedad de productos
agrícolas. Asentada sobre la margen derecha del Río Amarillo, daba la impresión
de tratarse de una ciudad medieval europea por sus murallas almenadas y sus
altas torres, pero su densidad demográfica resultaba incomparable: alrededor de
1.000.000 de habitantes. Pese a que existían arrabales fortificados de pobre
aspecto, tras la muralla se hallaba la parte principal de la ciudad: unas 80.000
casas de madera bellamente decoradas, con todas sus calles pavimentadas de
mármol o granito verde. Los “nacionalistas” se habían apresurado a ocuparla,
acantonando un regimiento de 10.000 efectivos; el motivo: controlar una famosa
fábrica de cañones pesados y otras de pólvora y fusiles.
Cosas de China. O quizás del racionalismo de Confucio. Lo curioso era
que en la muralla de Lan-Cheu-Fu existía una Shen Hei, o “puerta negra”, la
que no recibía su nombre por el color con que estaba pintada, sino porque
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pertenecía al mercado negro. Con ejemplar sentido práctico, el Tsung-Tu
negoció con los jefes del crimen organizado la cesión de aquella puerta. De
acuerdo al arreglo, los mafiosos se encargarían de mantener una guardia
permanente, coordinada con la guardia nacionalista de las restantes puertas;
podrían entonces, canalizar por la Shen Hei todo el contrabando que quisieran,
sin ser molestados por la policía. La ganancia que obtenía el Tsung-Tu con este
original pacto radicaba en la tranquilidad de sus tropas, a las que podía ocupar en
la guerra contra los japoneses o en combatir a los comunistas. Las Sociedades
Secretas criminales eran tan viejas como China y siempre se había podido
convivir con ellas: representaban el mal menor. En cambio con los comunistas o
los japoneses sería imposible coexistir en paz. Al cederles soberanía sobre la
Puerta Negra, legalizaba de algún modo las actividades ilegales y conseguía
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Tsung-Tu: Gobernador de Provincia.
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