Page 638 - El Misterio de Belicena Villca
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Pero la traición no consistió solamente en el infame pacto, respetado
                 escrupulosamente, que dejaba a los soviéticos las manos libres para ocuparse
                 únicamente de Alemania. Recordemos también que el 7 de Diciembre de 1941,
                 cuando los alemanes afrontaban el terrible Invierno ruso enfrentando sin tregua a
                 los bolcheviques, los “Camaradas” japoneses atacaban Estados Unidos en Pearl
                 Harbor, concediendo de ese modo la oportunidad a esa colosal y estúpida
                 potencia sinárquica para intervenir directamente en la contienda mundial.
                        De acuerdo al modelo clásico de la  Justicia judaica, el “pecado” de un
                 pueblo hacia Jehová es redimible mediante el Sacrificio Ritual de una parte de
                 sus miembros y del sometimiento del resto a la Ley. Si bien los japoneses no
                 participaron directamente de las bondades de  la cultura judaica, su aficción al
                 budismo, y a toda forma de religión  fundada en la Kâlachakra de Chang
                 Shambalá, demostró que su apartamiento de la Ley no era tan grande: el pecado
                 mayor consistía, sin dudas, en su reciente alianza con el nazismo y el fascismo.
                 Pero ese pecadillo sólo requería un purgatorio, de Fuego, frente a la condena
                 eterna que los Rabinos pretendían aplicar al nacionalsocialismo alemán.
                        ¿Cómo purgar a todo  un pueblo de un pecado que ofende al Creador?
                 Mediante la lejía, responden los Rabinos; lavando el pecado de toda la Raza por
                 medio de la lejía humana obtenida en el Sacrificio Uno, y reincorporando luego
                 del purgatorio a toda la Raza al Paraíso de la Sinarquía Universal. No sería muy
                 caro el precio a pagar: 250 a 300 mil hombres bastarían para fabricar la ceniza
                 suficiente. Los Rabinos y los Sacerdotes japoneses de la Fraternidad Blanca
                 arreglan el pacto, y es así como el 6 de Agosto de 1945 y el 9 de Agosto de 1945
                 caen las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki: ceniza de miles de
                 hombres, sal de la Tierra y del Cielo, agua del Cielo y de la Tierra, lejía humana
                 que lava el pecado del hombre contra Jehová Dios y contra la Ley de Dios.
                        Quien ordena el mini Holocausto de Fuego de los japoneses es el
                 presidente hebreo de los Estados Unidos, Harry  Salomón Truman, cuyo
                 verdadero apellido es Shippe. Masón de grado 33 cuenta con el asesoramiento
                 oculto del Gran Sahnedrín y judíos y masones de la talla de Dean Acherson, del
                 General Marshall, Snyder, Rosenman, etc., quienes están desembozadamente
                 apoyados por la banda judía de Baruch,  Eleanor Roosvelt, Herbert Lehman,
                 Haverell Harriman, Paul Hoffman, Walter Lipman, etc. Porque la verdadera obra
                 sinárquica de Estados Unidos en la Segunda Guerra no fue desarrollada por
                 Truman, quien sólo accedió al poder el 12 de Abril de 1945, luego de la repentina
                 muerte del judío Roosvelt: éste fue el auténtico realizador de los planes judaicos.
                 Descendiente de Klaes Martensen Rosenwelt, hebreo de pura cepa que inmigró a
                 Nueva York en 1644, Franklin Delano Roosvelt registraba doble paternidad judía:
                 tanto su padre, James Roosvelt, como su madre, Sarah Delano, pertenecían al
                 Pueblo Elegido. También su esposa, Eleanor, hija de los judíos Elliot y Anna Hall.
                 La mafia judía que desató la crisis de 1929 lo catapultó al poder: algunos de los
                 colaboradores de esa época fueron judíos de extrema peligrosidad y maldad sin
                 nombre, como Bernard Baruch, Herbert Lehman, Haverell Harriman, Sol Bloon,
                 Samuel Rosenman, Henry Margenthan, Oscar Straus, Marios Davies, Truman,
                 etc., todos de excepcional poder en la Casa Blanca.

                        Cumplido el Sacrificio, lavado el pecado japonés con lejía humana en
                 Hiroshima y Nagasaki, vendría la recompensa que está a la vista: el Plan de
                 reconstrucción del judío Marshall, el fin del “militarismo” japonés, la integración al

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