Page 692 - El Misterio de Belicena Villca
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–¡Pero es que Yo no lo había leído! –se disculpó.
                        –¿Cómo? ¿Después de treinta y cinco  años no habías leído el libro de
                 Tarstein? –pregunté estupefacto.
                        –¡Ya te dije, neffe, que estaba muy enojado por las órdenes que me
                 transmitiera Tarstein! Aquí, en Santa María, simplemente guardé el libro para
                 leerlo el día en que se cumplieran las predicciones de Tarstein, es decir, el día
                 que de algún modo tuviese acceso al resto de la historia de su Estirpe. Y ese día
                 llegó con tu visita y la Carta de Belicena Villca. Por eso lo leí, en efecto, durante
                 los días que estuve encerrado en mi cuarto, a posteriori de conocer el contenido
                 de la Carta: ¡todo coincidía, era realmente la parte que le faltaba a la historia de
                 Belicena, la conexión entre la rama vrunaldina de la Casa de Tharsis y la
                 Thulegesellschaft! ¡la historia de la  búsqueda del Führer, iniciada en la Edad
                 Media, y su localización e  Iniciación en el siglo XX! Pero si nada te he dicho
                 después sobre esto fue porque esperaba narrarte mi propia vida y hacerte
                 conocer la existencia de esa obra, que  todavía conservo. ¡Es mi deseo que la
                 leas tú mismo y luego la retengas como parte de tu herencia! ¿A quién, sino a ti,
                 le corresponde con justicia? Debes unirla a la Carta de Belicena Villca y llevarla a
                 Córdoba, para que la conozcan los Caballeros Tirodal y, si es posible, Noyo
                 Villca.
                        Quedé anonadado por la increíble respuesta de mi tío: ¡treinta y cinco años
                 sin leer el libro de Tarstein! ¡Ja! ¡Eso se llama  merecer el calificativo de
                 obstinado !
                        Tío Kurt fue a su habitación y regresó con el estuche de cuero y herrajes
                 de plata que guardaba la preciosa obra. Me la entregó sin condiciones y allí le
                 disparé la segunda pregunta:
                        –Me quedó una gran curiosidad por saber qué fue de la Legión Tibetana.
                 Si no te importa perder un minuto, dime sintéticamente qué ocurrió con ellos.
                        –Te lo diré. Y no es demasiado largo de contar. La parte de la Legión que
                 permanecía en su base de Assam, en la  frontera con Bután,  se dispersó sin
                 hacer ruido al concluir la guerra: algunos regresaron a los Monasterios kâulikas y
                 otros se alistaron como mercenarios en las guerras posteriores del Asia: la de
                 Chiang Kai-Shek contra Mao y las de Corea y Vietnam. Aquellos, en principio,
                 sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Pero tú, seguramente, me preguntas
                 por la suerte de Bangi, Srivirya, y los cincuenta legionarios que se quedaron en
                 Berlín a custodiar el bunkerführer: sobre ellos debo confesarte, con orgullo, que
                 todos murieron combatiendo a los rusos. Es un episodio gracioso: según me
                 informaron en esos días, cuando Yo todavía debía huir de Alemania, el 30 de
                 Abril los rusos no consiguieron tomar el bunker sino al costo terrible de diez a
                 uno. Vale decir que los tibetanos acabaron con un batallón de infantería de más
                 de quinientos hombres. Y fue tan impresionante el impacto de aquella carnicería,
                 realizada por una Legión   asiática, que el propio  Stalin ordenó el retiro y
                 ocultamiento de los cadáveres tibetanos y negoció con los aliados la supresión
                 oficial de toda noticia sobre la Legión Tibetana del bunker. Empero, muchos
                 investigadores independientes han mencionado la existencia de la Legión y su
                 valerosa determinación de defender el bunker hasta el fin. Claro que si se
                 consulta a los “historiadores oficiales”, los que deben vivir de los presupuestos
                 académicos o periodísticos, la versión  será bien distinta: los rusos habrían
                 hallado el bunker casi desguarnecido; y la Legión Tibetana nunca existió.


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