Page 720 - El Misterio de Belicena Villca
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paralizado, y vi nuevamente al espejo: pero ya no reflejaba a la araña sino a una
maravillosa y bella Espada; la reconocí al instante, se trataba de la Espada Sabia
de la Casa de Tharsis, inconfundible con sus dos gavilanes en el arriaz, su Piedra
de Venus, su empuñadura de marfil espiralado de cuerno del Barbo unicornio y la
leyenda “Honor et Mortis”; estaba como animada, como provista de una vida que
se asomaba furtivamente detrás de la forma simbólica; una vez más llevé mi
mano hacia el espejo, notando asombrado que ahora podía atravesar la
superficie; llegué pues hasta la Espada con intención de tomarla, pero al rozarla,
ésta se transformó sorpresivamente y también saltó hacia mí, entró en mí, se
trasladó a lo profundo de Mi Mismo; mas esta vez no fue una araña sino una
Dama, la más bella que jamás haya concebido, sólo comparable con la Belleza
Increada de la Virgen de Agartha, la que reingresó en Mí Mismo, y a la que sólo
ví furtivamente, tal como Ella permitía que se percibiera Su Vida Eterna bajo la
Vestimenta simbólica, Vrúnica, de la Espada Sabia; en ese instante nupcial, al
verla por primera y última vez en la vida, grité sin saber por qué: “¡te he re-
encontrado!”; y Ella me besó al pasar, perdiéndose en la Negrura Infinita de Mí
Mismo, y dejándome sumido en un éxtasis indescriptible, más helado que nunca,
más duro que nunca, más completo que nunca: Piedra de Hielo, Hombre de
Piedra, Mujer Kâlibur, Espada Sabia, Kâli; ¡OH Kâli!. “¡OH, Kâli!”, murmuraba,
al entrar tío Kurt y transportarme a la amarga realidad del funeral de Cerrillos. Me
costó recobrar la lucidez, luego de ese sueño tan vívido, y como entre sueños
escuché a tío Kurt reseñar el mensaje del Capitán Kiev. Desde luego, no lo hizo
sin hacer oír su protesta personal.
–¡Hablé con el Capitán Kiev, neffe! ¡como lo hacía hace 35 ó 40 años! ¡Y
tú tenías razón: es conveniente ejecutar tu plan, estratégicamente
conveniente ! Lo que no necesariamente significa que el plan sea bueno. Asi
que, no te alegres demasiado, porque el Señor de Venus me hizo una
advertencia, ambigua, como todas las advertencias de los Dioses. Pero antes
de referirme a ella, te diré que nada ha cambiado después de tantos años, que
para mi todo permanece igual, es decir, en la nebulosa más opaca ; y que
estoy harto de esta vida en la cual Yo tengo el poder pero, al no comprender mi
poder, al no abarcar el Símbolo del Origen que Soy, no consigo insertarme
racionalmente en la Estrategia, en la Gran Estrategia de los Siddhas Leales y del
Führer. Otra vez se ha repetido la historia; al comentarle al Capitán Kiev que Yo
no tenía fe en la efectividad de ese plan, y menos aún luego de la advertencia
que me había transmitido, me dijo textualmente “que Yo no comprendía la
situación”. ¿Te das cuenta neffe? –preguntó con una aflicción que a mí me
resultó cómica– ¡Los Dioses confirman el diagnóstico de Tarstein, Von
Grossen, los kâulikas, y tantos otros! ¡Yo no comprendo la situación, ninguna
situación, al parecer! Eso lo sé y me llena de pesar, pero a ellos parece
importarles maldita cosa mi pesar: les basta y sobra con que les brinde mi poder
para realizar sus demenciales planes, aunque Yo no los comprenda. Y el
Capitán Kiev participa de esa actitud: mi función no es comprender sino
actuar, cumplir las órdenes al pie de la letra. Para comprender la Estrategia
están los hombres como Tarstein y tú, los émulos de Nimrod, el Rey Kassita, los
locos que planean y consiguen proseguir la guerra en el Cielo, y tomar el Cielo
por asalto. Claro que con la colaboración indispensable de nosotros, los
poderosos que ignoramos cómo aplicar el poder, que no “comprendemos la
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