Page 52 - Mitos de los 6 millones
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presentaran ante el Tribunal para interrogarles. Más aún, ninguno de los testigos que se
presentaron – de grado o por fuerza – a declarar citados por la Acusación, podía ser
interrogado por los defensores, ni siquiera por los acusados. Cualquiera abogado defensor
podia ser descalificado en el acto «si a consecuencia de sus preguntas al testigo se producía
una situación intolerable». No sufreemos sea incurrir en pecado de juicio. temerario si
suponemos que tal «situación intolerable» se producía cuando el defensor hacía incurrir al
testigó en contradicciones y empezaba así, a demostrar la inocencia de su defendido.
Para patentizar aún más, si cabe, que los procesos de Nuremberg fueron un
auténtico linchamiento enmascarado con formulismos legaIes, se llegó a enormidad jurídica
de los miembros de ciertas organizaciones nazis, como las SS o las SA, eran considerados
culpables en principio, debiendo demostrar su inociencia ante el Tribunal. En todos los
cuerpos legales del mundo, cuando se juzga a un hombre, se parte del supuesto de su
inocencia, y, en virtud del principio «in dubio pro reo», todos los casos o situaciones que
presentan el menor resquicio a la duda razonable se interpretan a favor del acusado. La
acusación es quien debe demostrar que el acusado es culpable, y no éste que es inocente.
Esto es de una lógica elemental: la prueba negativa, la demostración de que uno no ha
hecho algo es, muchas veces, imposible.
El Juez Wennerturm, a quien ya hemos aludido, y que presidió uno de los tribunales
afirmó que, a parte de que la Acusación presentó pruebas notoriamente falseadas e hizo lo
posible para que no se exhibieran documentos oficiales alemanes capturados por los Aliados
cuando tales documentos podian servir de descargo a los acusados, el noventa por ciento de
los miembros del Tribunal, asi como sus auxiliares «entre bastidores» eran personas que,
por motivos raciales, odiaban a los alemanes, y más concretamente a los nazis, y deseaban
vengarse. Un alemán no nazi, Mark Lautern, escribe:
«La mayor parte de los testigos de la Acusación son judios, y también lo son los
miembros de la oficina del Fiscal, empezando por Robert Kempner y su «segundo». Morris
Amchan... Ya van llegado todos: los Salomons, los Schlossbergers y los Rabinovichs, miembros
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del personal de la Acusación Pública».
Lo único que preocupaba a los autores de aquél linchamiento legal era conseguir
guardar un minimo de apariencias, para no escandalizar demasiado a los periodistas,
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especialmente a los de países neutrales.
Aparte de los 300.000 «affidavits» y de los 240 testigos, de los que casi las tres
cuartas partes eran judíos, el Tribunal de Nuremberg exhibió, también, triunfalmente, el
testimonio de varios alemanes, nazis en su mayor parte, que habian confesado su
participación, o la de sus superiores jerárquicos, en actos de genocidio contra la comunidad
judía europea. Personalmente, somos muy escépticos sobre la validez de las «confesiones
espontáneas», presentadas por la Acusación enprocesos criminales. Lógicamente, más
debemos serlo en los procesos políticos, y si cabe, más aún en los político-militares. Se ha
dicho que la Justicia militar es a la Justicia, lo que la Música militar es a la música. Por si
alguien albergaba dudas a tal respecto, le basta examinar, con espiritu crítico e imparcial,
los entresijos de Nuremberg.
El General de las SS, Oswald Pohl, Administrador General de los Campos de
Concentración, y Jefe del Departamento de Economía y Administración de las SS, fué
apaleado durante meses. Su cabeza introducida en cubos llenos de excrementos y sometido a
un régimen carcelero de aislamiento total, recibiendo una alimentación reducida a lo
1 Mark Lautern: «Das Letzte Wort über Nürnberg». pag, 68.
2 Ello no logro, pues no solo periodistas suecos, suizos, españoles. portugueses, argentinos, sino también
americanos, ingleses y franceses denunciaron la monstruisidad jurídica. Incluso políticos y militares de
tanto relieve como el Senador Taft, candidato a la Presidencia de los EEUU y el Mariscal Montgomery,
calificaron peyorativamente aquellos «juicios» (N. del A).
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