Page 57 - Mitos de los 6 millones
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Hitler, se ha dicho, odiaba a los judíos, y quiso exterminarlos. Bien. Admitido.
                        Hitler no llevaba a los judíos en el corazón, y.nunca hizo de ello un misterio. No obstante,
                        otra pregunta, sencilla pregunta, se nos ocurre: Si Hitler quiso exterminar a los judíos, a
                        todos los judíos, ¿Por qué no lo hizo? Tiempo para hacerlo  lo tuvo de sobras. ¿Porqué,
                        pues, no mando matarlos?
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                              En el periódico norteamericano «International Tribune»,  reproducido por. otros
                        dos periódicos americanos – ambos dirigidos por judíos – el «New York Times» y el
                        «Washington Post», apareción un artículoen el que se mencionaba que «unos 500.000
                        judíos residentes en Israel han estado en campos de concentración alemanes». Es más, el
                        Autor conoce personalmente a judíos que no viven en Israel, sino en España, en Marruecos,
                        en Australia, en Nueva Zelanda, en el Canadá, en los Estados Unidos, en Italia, en Holanda,
                        en Suiza, en el Líbano, etc... y que también sobrevivieron a los campos de contentración
                        nazis.
                              Pues bien: aún dando por cierta la cifra de medio millón de supervivientes en Israel
                        – que son muchos más – entonces resulta evidente que Hitler no dio orden alguna de
                        exterminarlos. Es obvio que Hitler y su régimen no tenían ningún plan ni ningún deseo
                        específico de matar a los judíos, pues les sobró tiempo para hacerlo, y no lo hicieron.
                        Puestos a matar. a seis millones, ¿por qué detenerse precisamente en esa cifra y no acabar,
                        de una vez, el trabajo eliminando al medio millón sobrante? Decididamente aquellos nazis
                        debían ser muy estúpidos.
                              Pero esa estúpidez no se limitaba a destruir deliberadamente un enorme potencial
                        humano en mano de obra, dejando sobrevivir – ¿para qué? – a más de  medio millón. La
                        estupidez nazi parece haber alcanzado niveles patológicos. Por ejemplo: Según los famosos
                        «affidavits» triunfalmente exhibidos por la Acusación de Nuremberg, y aceptados por el
                        Tribunal era corriente que los supervivientes del «Holocausto»hubieron estado en tres,
                        cuatro o más campos de concentración. De manera que la técnica del exterminio perpetrado
                        por los nazis consistía, pongamos por caso, en capturar a un judío en Burdeos, llevarle a
                        Alemania, y, desde alli vía Bergen-Belsen, Dachau y Mathausen, transportarle a Auschwitz,
                        precisamente a Auschwitz, donde era – suponemos que según el estado de ánimo del
                        comandante del campo – ya gaseado, ya introducido en un horno crematorio. ¿Por qué
                        tantas complicaciones? ¿Por qué utilizar trenes, emplear guardianes, servicios burocráticos
                        y de intendencia, haciendo pasear por media Europa a aquellos futuros cadáveres?
                              ¿No hubiera sido infinitamente más sencillo obligar al judío de Burdeos a que
                        cavara su propia fosa, pegándole un tiro sobre el terreno, y haciéndole luego enterrar por la
                        siguiente víctima? Este sencillo sistema,fué puesto, en práctica, en España, durante la
                        pasada guerra civil; concretamente en Paracuellos del Jarama (Madrid). ¿No parece raro que
                        no se les ocurriera una solución tan sencilla y barata a los nazis?.
                              Al fin y al cabo, de ese modo, con un simple gasto de seis millones de car–tuchos,
                        se hubiera evitado la construcción de los crematorios. Sabemos que incinerar un hombre
                        cuesta dos mil pesetas, y un fusil ametrallador, cuatro mil – sin contar el costo de la
                        construcción de los crematorios – los alemanes podían dotar de un fusil ametrallador a tres
                        millones de soldados, es decir, a casi todos los hombres del Arma de Infantería que luchaban
                        en Rusia.
                              Por otra parte, llevar «de paseo» a esa inmensa masa de siete millones de hombres,
                        mujeres y niños – seis y medio, o siéte, con los supervivientes del «hobocauto» – y
                        asignándoles aunque sólo fueran dos soldados para vigilar y custoriar a cien presos,
                        representaba de 130.000 a 140.000 hombres, más otros 15.000, como mínimo, en
                        servicios auxiliares, burocráticos y de Intendencia. En total, pues, de doce a trece divisiones
                        que se podrían haber mandado a luchar en Rusia, en vez de tenerlas paseando por todo el
                        Continente.

                        1   «The International Tribune», New York, 11–VI-1973.

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