Page 60 - Mitos de los 6 millones
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combustible, en fin – y sin olvidarnos del estupidamente despilfarrado en los crematorios –
los científicos alemanes hubieran llegado antes a la producción de la bomba atómica. Bien
sabido es que en la carrera hacia esa – entonces – arma absoluta, los alemanes llevaban
ventaja. Los anuncios de Goebbels sobre las «armas secretas» que pondrían fin a la guerra
no eran, contra lo que afirmaban los Aliados, fanfarronadas propagandísticas. Si los Aliados
tardan unas cuantas semanas más en materializar su victoria, puede asegurarse que el
resultado de la contienda hubiera sido diametralmen te diferente. Esto lo han admitido
personalidades tan dispares y de tanta calidad como Churchill y Einstein. Venciendo en
cualquiera de las tres batallas que no pudieron coronarse con un espectacular triunfo por
falta de combustible, los alemanes hubieran ganado no unas semanas, sino vanos meses. El
signo de la guerra hubiera cambiado. Para su desgracia y, al mismo tiempo, para bendición
del Estado de Israel, el principal beneficiario del Mito de los Seis Millones, los nazis no se
dieron cuenta del combustible que despilfarraban y de la mano de obra gratuita de que se
privaban.
No cabe duda. ¡Los nazis eran unos estúpidos!
¡Si llegan a ser listos!
Tragedia y comedia
En toda gran tragedia aparece, siempre, un elemento cómico, a veces grotesco.
Junto a la angustia de Hamlet, las payasadas de Rosenkrantz y Guildenstern; el célebre
monólogo hamletiano mientras aóaricia la calavera de Yorick, otro payaso; las metafísicas
elucubraciones del Caballero de la Triste Figura y las agarbanzadas cuitas de su fiel Sancho.
La tragedia, del Mito de los Seis Millones – tragedia para Alemania, incluso para los
alemanes aún por nacer; tragedia para Europa y para todo el Occidente; tragedia, como más
adelante demostraremos, para el pueblo palestino, no podía ser una excepción. Al estudiar
el Mito nos hemos encontrádo con situaciones verdaderamente grotescas, pues el
histrionismo de los mantenedores del fuego sagrado les ha jugado una mala pasada. Hemos
encontrado auténticos «gags», verdaderos chistes dignos de una antología del humor negro.
Antes de pasar a un análisis de los esencial que sobre los principales campos de
concentración se ha dicho, un pequeño intermedio humorístico nos ha parecido refrescante.
El fiscal Joseph Kirschbaum, judío nacido en Alemania y naturalizado americano,
convocó ante el Tribunal que juzgaba a los acusados de crímenes contra la Humanidad en el
campo de Dachau, a un tal Jacob Einstein, con objeto de que testificara de que el acusado
Menzel, guardián del campo, había dado muerte a su hermano, Simon Einstein. Cuando
Menzel respondió que el tal hermano se hallaba en buena salud y, de hecho, sentado a unos
tres metros de distancia del propio Kirschbaum, éste arrojó un legajo de papeles a la cabeza
del pobre Jacob Einstein y le dijo: «¿Cómo diablos quieres que lleve a ese cerdo a la horca
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si tú eres lo bastante estúpido para traer a tu hermano a esta sala?». Este no fue un caso
aislado. Cuando el Coronel A. H. Rosenfeid, Juez Principal de los acusados del campo de
concentración de Dachau abandonó su puesto en 1948 para trasladarse a los Estados Unidos,
los periodistas le preguntaron si se habian ejercido «presiones físicas y morales» contra los
acusados para que declararan de acuerdo con los deseos de la acusacion. su respuesta fue:
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¡Claro que si! De otro modo, hubiera sido imposible hacer cantar a esos pájaros».
Un testigo de la Acusación. sin duda un humorista, cuyo nombre era Krath y su origen
étnico judío, declaró ante el Tribunal de Frankfurt que juzgaba los crímenes del campo de
Auschwitz que él había trabajado en el laboratorio dental del campo y había visto al
personal alemán arrancando los dientes de oro de miles de judíos recién asesinados, y antes
1 Arthur R. Butz: «The Hoax of the Twentieth Century», pág. 24.
2 Id., pág. 25.
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