Page 56 - Mitos de los 6 millones
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utilizarlos, precisamente, como mano de obra. Las técnicas alemanas de aprovechamiento
                        de trabajo de producción en cadena permitian, además, sacar partido de cualquier obrero,
                        débil o robusto, hombre o mujer, en mayor o menor grado, claro está. Entonces, repetimos
                        nuestra pregunta: ¿Para que matarlos? Dejando aparte los llamados «campos de tránsito» de
                        prisioneros, en los demas campos de concentración se habian instalado factorias. En
                        Auschwitz, por ejemplo, se fabricaba, entre otros materiales, caucho sintético. El profesor
                        norteamericano Arthur Butz, que no es ciertamente un nazi, escribe a este respecto:

                                       «Siendo lo que eran las condiciones económicas, el Gobierno Alemán hizo todo lo que
                                 estuvo en su mano para utilizar a los internados en los campos de concentración como mano de
                                 obra. Los prisioneros de guerra eran utilizados de acuerdo con las Convenciones de Ginebra y
                                 La Haya, que el Gobierno Aleman siguió escrupulosamente, según admitieron luego sus propios
                                 adversarios. Así, por ejemplo, los prisioneros de guerra occidentales, ingleses y franceses sobre
                                 todo, eran empleados sólo cuando ciertas transformaciones legalistas a trabajadores civiles
                                 podían llevarse a cabo. En cuanto a los prisioneros de guerra rusos, eran utilizados
                                 indiscriminadamente como mano de obra, ya que al no observar la Unión Soviética las reglas de
                                 las Convenciones de La Haya y Ginebra, Alemania se desligó, en reciprocidad, de tal trato con
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                                 respecto a los prisioneros rusos.»
                              El número de personas registradas en el sistema concentracionario alemán, hasta
                        1943 era de 224.000, y un año más tarde – 1944 – 524.000. Esas cifras se refieren
                        sólamente a campos denominados por los propios alemanes «campos de concentración», y
                        no incluyen los llamados «campos de tránsito», elghetto de Theresienstadt, el del
                        «Gobierno Central» de Polonia, u otro cualquier tipo de establecimiento cuya finalidad
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                        fuera aislar a determinados grupos étnicos.  Sumando, pues, las 524.000 personas
                        internadas en 1944, a los demás internados en lugares no específicamente llamados campos
                        de concentración, todo ello representaba una importante mano de obra, aún cuando los
                        alemanes continuaran deficitarios en ese aspecto.
                              Aquí, un inciso nos parece imprescindible: No hubo «campos de concentación»
                        exclusivamente para judíos, pero esta observación debe aclararse, pues habían tres clases de
                        judíos desde el punto de vista oficial alemán.
                              1– Los judíos internados por razones punitivas o de seguridad.
                              2– Los judíos no sospechosos específicamente, utilizados como mano de obra–
                        igual que los del grupo anterior– en general, mejor tratados.
                              3– Las familias judías (mujeres, ancianos  no útiles para el trabajo), que estaban
                        internados en los llamados «Durchgangslager», o campos de tránsito.
                              Pues bien: si, como dicen los mantenedores del Fraude, hubo, como mínimo, seis
                        millones de judíos – los supuestamente gaseados y cremados – más los supervivientes,
                        pongamos, en total, siete millones ¿por qué privarse de tan numerosa, y barata, mano de
                        obra?
                              ¿Cómo no se dieron cuenta, los  nazis, del potencial humano que desperdiciaban, al
                        ejecutarlos masivamente?. ¿Tan estúpidos eran?. ¿Y si eran; efectivamente, tan estúpidos,
                        cómo fué posible que fuera necesaria una coalición cuasi-mundial, durante seis años, sólo
                        para someter a un pueblo gobernado por estúpidos?
                              ¿No constituye, la anterior  pregunta, un trememdo insulto a los pueblos de los
                        países Aliados y sus respectivos gobiernos, por haber necesitado de seis largos años,
                        luchando al final en una proporción de veinte contra uno, y todo ello para someter a un
                        hato de fanáticos y sangrientos borregos, que arrojaban piedas contras su propio tejado al
                        privarse de seis millones de obreros que trabajaban gratuitamente?


                        1   Arthur R. Butz: «The Hoax of the Twentieh Century».
                        2   Id.

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