Page 67 - Mitos de los 6 millones
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infecciosas – no podía hacerse cargo de aquéllos 30.000 cadaveres, según le informaron a
                        Su Eminencia las autoridades del campo.
                              De ello se deduce que todavía menos hubieran podido los nazis incinerar a los
                        inicialmente pretendidos 238.000 judíos. Disponiendo – como. se ha demostrado – de  un
                        crematorio con un sólo horno, el número máximo de judíos qie podían crernar los nazis,
                        diariamente, era de doce. O sea, 4.480 judíos al año. Con lo que, para cremar en Dachau a
                        los supuestos 238.000 judíos, hubieran sido precisos setenta y dos años. Es decir, que las
                        complicadas ejecuciones debieran haber continuado ininterrumpidamente hasta el año 2.013,
                        suponiendo que, como se dice, empezaran en 1941. Además, y tomando como promedio
                        2,5 kgs. de cenizas por persona, hubieran debido aparecer nada menos que 595 toneladas de
                        cenizas. Casi seiscientas toneladas de ceniza, que es una substancia ligera, de mínima
                        densidad. Hubieran debido aparecer verdaderas montañas. ¿Dónde están? ¿Cómo no se
                        fotografiaron esas montañas de ceniza?
                              Ralph W. McInnis, un jurista norteamericano que fue Jefe Administrativo para la
                        División de Relaciones Culturales y Educación del Programa de Desnazificación de
                        Alemania, dimitió de su cargo en señal de protesta por las resoluciones del Tribunal de
                                                                       1
                        Nurenberg, regresó a los Estados Unidos y escribió un libro  sobre los abusos de las
                        tropas de Ocupación Aijadas en Alemania y sobre los que se atribuían a los nazis. Al hablar
                        del campo de Dachau Mclnnis dice:
                                       «Estando de permiso visité el campo de Dachau... Al principio no vi ninguna razón
                                 para sospechar una burla, pero después de un examen mas detenido de este cepo para turistas
                                 me vi obligado a llegar a la conclusión de que yo y millones de otros confiados americanos
                                 habíamos sido victimas de noticias arregladas. En el interior de la cámara de gas (?) un curioso
                                 observador puede constatar que se halla ante un burdo fraude. De hecho, el engaño era
                                 demasiado perfectó, demasiado limpio, pues la cámara de los horrores estaba nueva y brillante,
                                 sin una mancha, rasguño, señal o deterioro que atestiguase que alguien había muerto alli».

                              Todavía tenían que pasar años para que el Instituto de Historia Contemporánea de
                        Munich afirmase oficialmente que ni en Dachau ni en ningún otro lugar de Alemania o
                        Austria habían habido cámaras de gas. Pero, no obstante, cuando el comunista checo Franz
                        Blaha, judío, declaró ante el Tribunal de Nuremberg que «la cámara de gas de Dachau fue
                        terminada en 1944 y el doctor Rascher me encargó que vigilara las primeras víctimas; había
                        ocho o nueve personas, de las que tres continuaban vivas, y las demás tenían los ojos
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                        enrojecidos, etc. etc...» , el Tribunal, que no se consideraba obligado por las reglas
                        técnicas de la administración de pruebas (articulo 19) no se las pidió y el hecho, declarado
                        de notoriedad pública (articulo 21) fue considerado como demostrado.
                              A consecuencia del perjurio del Doctor Blaha, muchos acusados alemanes fueron a
                        la horca, pero a él nadie le pidió cuentas.
                              Entretanto, el museo de horrores de Dachau continúa abierto al público. La placa de
                        los 238.000 judíos muertos ya no está. La «brausebad» o sala de baños es presentada como
                        lo que fue, una sala dedespiojamiento y nouna cámara de gas. Y los «238.000» gaseados y
                        cremados se han transformado, de momento, pues la cuenta sigue bajando, en 20.600 como
                        máximo posible, por desnutrición y enfermedades infecciosas. Esta deflación hasta el 10
                        por ciento de la cifra original, continuará bajando hasta un ó un 6 por ciento, y un día será
                        aplicada a la mítica cantidad de los seis millones.


                        Bergen-Belsen




                        1   Ralph W. McInnis: «Managed Atrocities».
                        2   Debates de Nuremberg, Tomo V, pág. 75.

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