Page 72 - Mitos de los 6 millones
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del hombre disuelto en la masa. Veamos. El Diario de Ana Frank se ha vendido al publico
como si fueran las auténticas memorias de una niña judía de Amsterdam, que, a la edad- de
doce años, escribía sus vivencias en unos cuadernos, mientras ella y cuatro familiares
judíos se escondían en una buhardilla durante la ocupación alemana. Eventualmente fueron
detenidos y mandados a Bergen-Belsen, donde se dice que la niña murió, probablemente del
tifus. El «se dice» se. basa en el testimonio de su padre Otto Frank, el cual, alsalir del
campo de goncentración al final de la guerra, regresó a su casa de Amsterdam y,
casualmente, encontró el diario de su hija, escondido en una cavidad entre la viga y el techo.
¡También es casualidad ir a encontrar el diario en sitio semejante, caramba! ... ¿Qué debía.
estar buscando el viejo Otto Frank, entre la viga y el techo’. ¿Qué raras cabriolas debió
hacer Ana Frank para encaramarse por la pared y esconder su obra literaria en sitio
semejante? ¿Qué providencial coincidencia fué necesaria para que mientras la joven literata
se entregaba a sus ejercicios de alpinismo interior, los otros cua tro ocupantes de la
habitación, incluyendo su padre, miraran a otro lugar?... Y en cuanto a la obra en si,
¿puede, realmente, creerse que una niña de doce años escribirá, en la segundo página de su
Diario, un ensayo filosófico sobre lo que va a escribir tal diario, y en la tercera página una
historia de la familia Frank, antepasados incluidos? ¿Es lógico que una niña de doce años,
que vive confinada en una buhardilla esté al corriente de las medidas antijudías de los nazis,
incluyendo fechas y nombres propios? ¿No es descorazonador pensar que millones de
personas han podido creer en la autenticidad de este «Diario»? ¿No es increíble que por el
mero hecho de haber osado poner en duda la autenticidad del Diario, el Profesor Stielau, de
Hamburgo, fuera expulsado de su cátedra, en 1957? Hemos dicho que el Diario de Ana
Frank era, no sólo un fraude, que eso está establecido por sentencia de juez, – y de juez
judío, además – sino que era un fraude burdo. Paul Rassinier, ex-miembro de la Resistencia
Francesa, miembro de la Sección Francesa de la Internacional Obrera, deportado por los
alemanes, pensionado en media docena de campos de cóncentración e inválido de guerra al
1
90% afirma que las ediciones francesa, alemana e inglesa del Diario difieren
fundamentalmente, y que la escritura que dice ser la de Ana Frank, fotocopiada, en el libro
«Spur eines Kindes» del alemán Ernst Schnabel. difiere totalmente de la escritura de Ana
Frank en el manuscrito original, escritura que, por cierto, se parece muchísimo a la de su
buen padre, Otto Frank.
El caso de Ana Frank es el más espectacular, pero es un caso aislado. Por ejemplo,
cuando, en 1954, se discutía sobre la necesidad de rearmar a Alemania Occidental, a lo que
se oponía el entonces Primer Ministro Francés, el sefardita Pierre Méndes France,
aparecieron, con notoria oportunidad, las «memorias» del niño Rubinowich, otro
adolescente judío muy dotado para la literatura lacrimógena. Estas «memorias» aparecieron,
por cierto, en un cubo de basura (sic). Inmediatamente la Gran Prensa, armó un alboroto de
mil diablos, recordando que los alemanes eran unos desalmados y la cuestión del rearme se
aplazó. Simultáneamente el Shylock israelita exigía otra libra de carne a Alemania para
alimentar a su colonia de Palestina. Más importante que el caso mencionado fué el de
Emmanuel Ringelblum versión oriental de Ana Frank; claro que en masculino y de más
edad. El tal Ringelblum escribió «Notes from the Warsaw Ghetto: the journal of
Emmanuel Ringelblum» (Notas del Ghetto de Varsovia: el Diario de Emmanuel
Ringelblum). Ringelblum, según él mismo afirma, había sido un líder en la campaña de
sabotaje contra los alemanes en Polonia, asi como en la revuelta del Ghetto de Varsovia en
1943, hasta que fué arrestado y ejecutado como partisano en 1944. El diario está lleno de
referencias fantásticas sobre crueldades alemanas, todas ellas gratuitas y barrocas, como
siempre, y especialmente, de crueldades contra niños y niñas judíos. MacGraw-Hill, los
1 Paul Rassinier: «Le drame des Juifs Européens»; pag. 42. Editions des Sept Couleurs. Rassinier
muestra las fotocopias de ambas escrituras que no dejan lugar a dudas. Se trata de la escritura de dos
personas diferentes. (N. del A.)
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