Page 82 - Mitos de los 6 millones
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ametrallando a la despavorida muchedumbre. No obstante, en toda la ingente literatura
concentracionaria no hemos leído un solo relato de pánico colectivo. ¿No es esto increíble?
Ya no nos circunscribimos al caso particular de Auschwitz. Nos dicen los Kogon, los
Reitlinger, los Uris, los Hilberg, y demás apóstoles de este tipo de literatura, que en todos
los campos los alemanes, gradualmente, iban exterminando a los judíos. Es inconcebible
que los parien tes y amigos de los exterminados estuvieran tan «distraídos» que no se dieran
cuenta de que estos habían desaparecido tras una sesión de despiojamiento. «Ante la creencia
en un daño inminente, la multitud sedesmanda. Se produ.cen, entonces, actos inauditos de
heroicidad y de desesperación, hasta que llega la histeria colectiva que sólo puede ser
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controlada y dominada por la vioÍencia serena de unos pocos». La Historia nos demuestra
que esta observación es atinada. Por ejemplo, al final de la pasada guerra mundial, los
croatas y los rusos anticomunistas de Vlassov que, faltando a sus promesas, los
angloamericanos entregaron a los comunistas, se rebelaron, al enterarse de lo que se
tramaba y, desarmados, se enfrentaron a sus guardianes. Hubo más de 15.000 suicidios; los
hombres mataban a sus mujeres y luego se abrían las venas. Los pseudo-historiadores
concentracionarios no citan ni un sólo caso de revuelta en los campos. ¿Tan diferentes eran
los judíos de rusos, croatas y, en general, de cualquier otro grupo humano?... Habrá que
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creerlo así.
Podría escribirse un grueso volumen exclusivamente dedicado a narrar los falsos
testimonios perpetrados en conexión con el tema de Auschwitz. Nos limitaremos a
mencionar el caso Nyiszli.
El comunista húngaro Mikios Nyiszli declaró ante el tribunal que le escuchó muy
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seriamente, y luego lo publicó en un libro espeluznante que, en su calidad de detenido-
empleado en el campo de Auschwitz, se veía obligado a colaborar con los alemanes en la
manipulación de los crematorios y las cámaras de gas. Dice Nyiszli: «25.000 personas,
judíos, gitanos, rusos, ucranianos, etc., fueron cremadas en Auschwitz desde prinicipios de
1940 hasta 1944. Otro marxista como Nyiszli, pero no comunista, sino socialista, el ya
aludido Paul Rassinier, respondió en su sensacional obra «Le Mensonge d’Ulysse» que:
«... 25.000 personas diarias durante casi cinco años supondría más de 45.000.000 de
cremados, en Auschwitz sólo; y con cuatro hornos crematorios de quince parrillas cada uno –
afirmación de Nyiszli que no responde siquiera á la versión oficial – a tres cadáveres por
parrilla, harían falta. doce años para acabar de cremarlos a todos».
Rassinier pagaría su fidelidad a la Aritmética con un proceso en difamación que
contra él entabló la Asociación de ex-deportados franceses, donde los marxistas tienen
predominio casi absoluto. El proceso terminó con un «no ha lugar», lo que, dado el clima
políticó de la época, constituyó un sorprendente éxito.
En el curso del proceso, Rassinier declaró que hizo esfuerzos denodados para ponerse
en contacto con el tal Nyiszli, al que parecía habérselo tragado la tierra. Finalmente,
consiguió entrevistarse con el traductor de la obra al francés, un tal T. Kremer (otro judio).
Rassinier no pudo llegar.a obtener la certeza de que el tal Nyiszli existió verdaderamente.
Dos años más tarde apareció una traducción inglesa del libro, titulada, simplemente
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«Auschwitz». El traductor era Richard Seaver, otro Judío, y el editor Bruno Bettelheim,
1 Gustave Le Bon: «Psychologie des Foules».
2 Y no obstante, hay motivos para creer que los júdíos, ante la muerte, son extremadamente humanos.
Basta con leer a Arthur Koestler en «El Cero y el Infinito», donde nos describe las actitudes de sus
correligionarios trotzkystas en el momento de ser llevados ante el pelotón de ejecución: lantos, pataletas,
ataques de histeria, pérdida del control de la propia fisiología, etc. En cambio, en Auschwitz, se iban
impertérritos a la cámara de gas. ¡ Inaudito!
3 Miklós Nyiszli: «SS-Obersturmführer Mengele».
4 Observemos que autores y editores de este tipo de literatura son siempre judíos, nunca Gentiles. (N.
del A.)
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