Page 78 - Mitos de los 6 millones
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«Estuve en los mayores campos de concentración de Alemania, incluso en Auschwitz.
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Pero debo testificar, en verdad, que en ningún campo vi, jamás, una cámara de gas».
El panfleto editado por Roeder contiene las manifestaciones de un testigo ocular,
Thies Christophersen, que estuvo un año en Auschwitz. A pesar de que el panfleto es una
serena y ponderada refutación de la cifra de los Seis Millones en general, y de los tres o
cuatro millones atribuidos a Auschwitz en particular, Simon Wiesenthal tuvo la osadía de
exigir al Gobierno de Alemania Occidental que retirara de la circulación el folleto, como
insultante a la memoria de los Seis Millones de judíos gaseados por los nazis.
Naturalmente1 el aterrorizado Gobierno de Bonn cedió a las exigencias de Wiesentahl,
sujeto, que, incidentalmente, se pasea por medio mundo tomándose «su» justicia por su
mano raptando y asesinando, sin que ningún gobierno se atreva a aplicarle la ley.
Hace muchos años, cuando las escuelas proporcionaban educación, además de
enseñanza, nuestros libros contaban la historia del mentiroso que se da cuenta de que un
cierto número de mentiras son necesarias para «demostrar» su primera mentira. Este simple
ejemplo forma la base de la afirmación judía de ser un pueblo perseguido, y la primera
mentira sobre campos de exterminio ha debido, forzosamente, tener una secuencia de
mayores y mejores mentiras. Una gran mentira tiene infinitamente más éxito que una
mentira pequeña. El asesinato de seis judíos podría ser facilmente examinado y demostrarse
que es falso; pero seis millones de asesinatos son demasiados para ser fácil y rápidamente
sometidos a un examen critico. En el Proceso de dejadas de lado. En ningún tribunal del
mundo – al menos, en ningún tribunal de un Frankfurt contra los guardianes del campo de
Auschwitz, todas las reglas de la jurisprudencia han sido país civilizado – un reo sera
acusado de haber cometido un número vago e indeterminado de asesinatos. Pero en
Frankfurt se acusó a los guardianes de haber dado muerte... «de dós y medio a cuatro
millones de personas». Las cifras ya no significan nada... En ningún tribunal civilizado se
presumirá culpable al acusado mientras no se haya ronunciado un sentencia. Cualquier
periodista que presuma la culpabilidad del acusado será castigado con presidio por ultraje al
Tribunal y el proceso será suspendido. En Frankfurt, todo era al revés. Allí, los periódicos
y otros rganos de «desinformación» pública desataron una campaña de fal sedades e injurias
contra los acusados antes del juicio, durante el juicio y después del juicio. Cuando un
fontanero del campo de Auschwitz fué absuelto, se organizó una campaña de prensa
poniendo en duda la honorabilidad de los jueces. Un cambio notable en la parodia jurídica de
Frankfurt fué la sustitución del jurado – ¡una institución tan democrática! – por una serie de
jueces, cuidadosamente nombrados a dedo. De este modo se evitaba que el sorteo designara a
un jurado de mentalidad independiente que fuera capaz de dar un veredicto no acorde con lo
que se había prejuzgado.
Los procesos de Frankfurt intentaron – y en muchos caso lograron – sobrepasar en
pintoresquismo los procesos de Nurenberg. Omitiremos las referencias a un montón de
cosas que se admitieron como evidentes, tales como la quema de bebés judíos en
gigantescas piras, el asesinato de unos judíos por un SS provisto de una metralleta, porque
los judíos en cuestión discutían acalorada mente y no le dejaban dormir, etc., etc. Un chico
judío contó una escena tan horripilante, que él mismo se puso a llorar. Los periodistas
lloraron. Los jueces lloraron. El Jurado en pleno lloró. Y al día siguiente el juez debió
guardar cama, por sentirse indispuesto tras el drama que había escuchado el día anterior.
Incidentalmente, el chico promotor de tan lacrimógena orgía, tenía 17 años, y recordemos
que los juicios de Frankfurt se celebraron en marzo de 1964, veinte años después del drama.
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Claro que el chico contaba una historia que a su vez le había contado alguien. Una testigo
judía que lucía unas antiparras respetables y que declaró que no pudo divisar las atrocidades
de Auschwitz demasiado claramente debido a la debilidad de su vista, reconoció, 20 años
1 Benedikt Kautsky: «Teufel und Verdammte».
2 «Nationalist News», Dublin, Marzo 1964.
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