Page 79 - Mitos de los 6 millones
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después, al «acusado» Hoffmann, que entretanto, se había dejado crecer la barba y se hallaba
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                        a 50 metros de distancia.   No obstante, nos detendremos a examinar un par de «pruebas»
                        admitidas por el Tribunal que, a nuestro juicio merecen atención, no por su valor
                        intrínseco, sino por reflejar el desprecio que determinados judíos sienten por la inteligencia
                        de los no-judíos. La primera fué la declaración – admitida por el Tribunal – de que el pelo
                        de las cabezas de los prisioneros de Auschwitz se utilizaba para fabricar cuerdas para ser
                        usadas por los submarinos. Lo que más nos admira, personalmente, es la precisión de las
                        declaraciones. No bastaba con decir que el pelo se utilizaba para fabricar cuerdas. Debían ser
                        cuerdas para submarinos. Este pelo, presumiblemente, no era suficientemente fuerte para
                        acorazados. Nos imaginamos al comandante de un U-Boote, en medio del Atlántico, a la luz
                        de la luna, murmurando:
                                       «Ya no es el mismo pelo ensortijado de los rabinos de antes de la guerra... Lós judíos
                                 de ahora usan demasiado tónico capilar y perfume y esto debiita las fibras de las cuerdas».

                              Lo que sorprende es que esas cuerdas de pelo no se utilizaran en las horcas, que, sin
                        duda, debían estar diseminadas en el campo de Auschwitz como narcisos en un claro del
                        bosque. La segunda historia es una verdadera joya. Es la historia de un soldado de  las SS,
                        que fué hallado convicto de haber mandado a su casa un lingote de oro hecho con las
                        extracciones de dientes de... «20.000 a 100.000 judíos gaseados»... Decididamente las cifras
                        no significan nada y 80.000 más o menos es una insignificancia. Supongamos cuatro
                        dientes de oro por boca; ese lingote de oro ha debido hacerse al menos, con 80.000 dientes,
                        o con 400.000 si aceptamos el presupuesto máximo de 100.000 gaseados. Suponiendo que
                        sólo se emplearan dos minutos por extracción – tiempo rápido para una mandíbula en pleno
                        rigor mortis – , el tiempo necesario para recuperar estos dientes de oro seria, para usar el
                        moderno argot técnico 2.666 horas dentales (mínimo) o 13.334 horas dentales (máximo).
                        Uno está tentado de decir que los dentistas de Auschwitz no tenían un sindicato que les
                        protegiera eficazmente.
                              Thies Christophersen, a quien ya hemos aludido, niega resueltamente que existiera
                        el «crematorio gigante», con una enorme chimenenea,cerca del campo de Auschwitz.
                        «Cuando salí del campo, en diciembre de 1944, no ví ninguna chimenea, ni grande ni
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                        pequeña».
                              ¿Existe hoy ese misterioso edificio, con  su gigantesca chimenea...? Pues no. El
                        autor «concentracionario» judío, varias veces citado por nosotros, Reitlinger, afirma que fué
                        completamente demolido en octubre de 1944, aún cuando Chnstophersen niega que existiera
                        tal demolición. No obstante, Reitlinger no es, en este caso, un testigo de primera, sino de
                        segunda mano. A él se lo dijo un colega judío, el dóctor Bendel, y este Bendel es el único
                        testimonio de la existencia y posterior demolición del «horno gigante». Mejor dicho, era el
                        único testimonio, porque cuando Reitlinger le citó en su libro, ya había muerto.
                              Reconozcamos que la situación es extrañamente típica. Cuando se llega a un punto
                        en el que se precisa una evidencia, en el sentido legal del término, una prueba, entonces...
                        el edificio fué demolido, el documento «se extravió», las órdenes fueron «verbales». Otra
                        cosa curiosa: el único acusado que no apa. reció en el Proceso de Frankfurt fué Richard
                        Baer, el sucesor de Rudolf Höss como Comandante de Auschwitz. A pesar de hallarse en
                        perfecto estado de salud, murió súbitamente er su celda de la prisión, dos días antes de
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                        empezar el proceso, «de manera extremadamente misteriosa».  Baer siempre había
                        mantenido su versión de que en Auschwitz nunca existieron cámaras de gas, ni nunca creyó
                        que tales cosas hubieran existido jamás en ningún campo de concentración aleman.


                        1   Id.
                        2   Thies Christophersen: «La Mentira de Auschwitz», pág. 37.
                        3   Id.

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