Page 91 - Mitos de los 6 millones
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                        «American Joint Distribution Committee», de Nueva York.  Hasta la entrada en guerra de
                        los Estados Unidos, este Comité fué autorizado por el Gobierno Alemán a instalar sus
                        oficinas en Berlin. A parte del citado «American Joint Distribution Committee», fué la
                        propia Cruz Roja quien compraba ingentes cantidades de víveres, sobre todo en Rumania,
                        Hungría y Eslovaquia, estados, como se sabe aliados del Reich. El C.I.C.R. se queja, en su
                        Rapport, de que su acción de gran envergadura de ayuda a los internados judíos fuera
                        dificultada, no por los alemanes, sino por el estrechisimo bloqueo de Europa llevado a cabo
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                        por los Aliados occidentales.
                              Los delegados del C.I.C.R. pudieron visitar todos los campos de concentración
                        alemanes. Es de destacar el elogio que se hace del campo de Theresienstadt (Terezin) en el
                        que se hallaban exclusivamente judíos. «Este campo, en el que vivían unos 40.000 judíos
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                        deportados de diversos paises, era un ghetto relativamente privilegiado».  Según informes
                        recogidos por el C.I.C.R. este campo había sido creado a título experimental por ciertos
                        dirigentes del Reich que querían dar a los judíos la posibilidad de vivir en común en una
                        ciudad administrada por ellos mismos y dotada de una autonomía interna casi completa...
                        Los delegados pudieron visitar ese campo el 6 de Abril de 1945, semanas antes del fin de la
                        guerra y doce días antes de su ocupación por los Aliados, y confirmaron la impresión
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                        favorable obtenida en su primera visita».  El C.I.C.R. elogia, muy especialmente, la
                        actitud humantaria del régimen de la Rumania fascista de Antonescu, que permitió y dió
                        toda clase de facilidades al Comité para que socorriera a los 183.000 hebreos rumanos. Esta
                        ayuda duró hasta la ocupación del país por las tropas soviéticas, lo que significó el fin de la
                        misma, pues «el C.I.C.R no consiguió jamás mandar ni un sólo paquete de víveres, ni de
                        correspondencia, a la Unión Soviética ni a los paises controlados militarmente o
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                        políticamente por ella.  Es típico el caso de Auschwitz. El C.I.C.R. recibió una
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                        entonces la correspondencia cesó de llegar. Una parte de los detenidos fué evacuada hacia el
                        Oeste, a la zona ocupada por americanos e ingleses, instalándose en Oranienburg y Buchen
                        wald, y el C.I.C.R. pudo continuar haciéndoles llegar víveres y medicamentos no así a los
                        que quedaron en Auschwitz, con los que se perdió todo contacto.
                              Es curioso, por otra parte, que si los detenidos podían mandar, a través del
                        C.I.C.R., una voluminosa correspondencia, y más concretamente desde el famoso «campo
                        de la muerte» de Auschwitz, no se filtrara, en la misma, ningún indicio acerca de los
                        supuestos asesinatos masivos alli cometidos. Evidentemente en Auschwitz, como en todas
                        partes, existía una rígida censura de correspondencia con sus propios co-nacionales, y a
                        mayor razón con los internados políticos o por razones administrativas. Pero choca con el
                        sentido común más elemental que ni una sóla de las misivas escritas desde Auschwitz
                        consiguiera, por medios indirectos, comunicar a los Aliados la supuesta realidad de las
                        masacres y de las cámaras de gas. Y raya en la imposibilidad pura y simple que los
                        delegados de la Cruz Roja que se pasearon por los campos de concentración alemanes
                        durante el curso de la guerra, no se apercibieron de nada. Podrá argüirse qúe si se
                        apercibieron pero guardaron silencio para no agravar aún más la suerte de los internados.
                        Pero este argumento no es válido, por cuanto el Rapport del Comité Internacional de la
                        Cruz Roja fué publicado en Ginebra, tres años después del fin de la guerra. Es más,
                        teniendo en cuenta el clima político imperante en aquellas fechas, hubiera sido más popular
                        para el C.I.C.R. afIrmar que había comprobado la existencia de cámaras de gas que guardar
                        silencio sobre el tema. Y cuando fueron requeridos, los delegados del C.I.C.R., a que se

                        1   Id., Vol 1, pág. 644.
                        2   [Falta]
                        3   [Falta]
                        4   Id., Vol 1 pag, 642.
                        5   Id., Vol 1, pag, 62.

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