Page 280 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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Según tal constitución, la Iglesia Evangélica Alemana es una iglesia unificada que rige
                  la  vida  jerárquica  de  la comunión  protestante, ordena  sus  relaciones  con el Estado  y
                  determina  su  posición  respecto  a  otras  asociaciones  religiosas.  Se  divide  en  Iglesias
                  nacionales  que  permanecen  independientes  en  cuanto  a  credo  y  culto.  La  Iglesia
                  evangélica dedica un cuidado especial a la tutela espiritual del pueblo alemán, y, sobre
                  todo,  de  la  juventud.  A  su  cabeza  está  el  obispo  nacional  luterano  asesorado  por  un
                  ministerio  eclesiástico.  El  sínodo  nacional  evangélico  de  Alemania  colabora  en  la
                  dirección de la Iglesia y en la legislación jerárquica. Por medio de cámaras consultivas
                  se  asegura  la  libre  colaboración  de  las  fuerzas  espirituales  que  existen  en  el  pueblo
                  evangélico alemán puestas al servicio de la Iglesia.
                  El  obispo  tiene  por  misión  hacer  que  se  manifieste  la  vida  espiritual  común  en  las
                  distintas  iglesias  nacionales  y  garantizar  la  dirección  única  en  la  obra  de  la  Iglesia
                  evangélica  alemana.  Al  ministerio  evangélico,  bajo  la  dirección  del  obispo  nacional,
                  corresponde  la  dirección  de  la  Iglesia  y  la  labor  legislativa  dentro  de  la  misma.  El
                  sínodo nacional se compone de sesenta miembros: dos tercios de ellos son delegados de
                  las  Iglesias  nacionales,  y  el  tercio  restante  es  designado  por  la  Iglesia,  del  seno  de
                  personalidades que se han distinguido al servicio de la misma.
                  Esta constitución fue confirmada legalmente tres días más tarde por el Gobierno, y la
                  Iglesia Evangélica  Alemana  fue declarada corporación  de derecho  público  del  Reich.
                  Tuvieron lugar nuevas elecciones que proporcionaron una mayoría de dos tercios a los
                  “cristianos  alemanes”.  El  primer  sínodo  nacional  eligió  obispo  del  Reich  a  Ludwig
                  Müller (luterano), que era obispo de la antigua Unión Prusiana.
                  La  tentativa  de  unir  bajo  la  dirección  del  obispo  nacional  electo  a  las  iglesias
                  evangélicas,  se  vio  destinada  al  fracaso,  mostrándose  este  camino  completamente
                  infructuoso.  Con  la  lucha  entre  los  distintos  grupos  eclesiásticos  se  produjo  una
                  situación intolerable, se perdió la unidad del clero, perturbando la libertad de conciencia
                  y  de  fe  de  los  fieles,  desorientando  la  comunidad  del  pueblo  y  poniendo  en  grave
                  peligro  incluso  la  existencia  de  la  Iglesia  evangélica  ...  El  Gobierno  se  vio  entonces
                  obligado a emprender otro camino.
                  Por la ley “Para la seguridad de la iglesia evangélica alemana” del 24 de septiembre de
                  1935, se concedieron al muevo ministro de Culto, Hans Kerrl, plenos poderes para que
                  dictara  las  medidas  oportunas  a  fin  de  restablecer  la  normalidad  en  la  Iglesia.  El
                  Ministro Kerrl intervino enérgicamente como árbitro, para poner en orden este estado de
                  cosas tan desagradable, y a este fin confió a una comisión eclesiástica nacional, cuyos
                  miembros correspondían a las distintas orientaciones, la dirección de la Iglesia.
                  Resultó que el litigio no tenía fundamento alguno, y la demanda totalitaria que por un
                  lado hacían los “cristianos alemanes” (nacionalsocialistas) y por el otro la asociación de
                  párrocos,  llamada  “Dirección  provisional  de  la Iglesia evangélica” que  era el  órgano
                  ejecutivo  de  la  Iglesia,  quedó  por  completo  neutralizada.  En  muchas  de  las  iglesias
                  nacionales, comisiones especiales se hicieron cargo de la dirección espiritual y parecía
                  que se habían comenzado a entablar negociaciones entre todos los grupos sobre la base
                  de  la  unidad  de  la  Iglesia  evangélica.  Sin  embargo,  la  Comisión  nacional  no  ha
                  conseguido aún vencer definitivamente la escisión producida en el seno de la Iglesia. La
                  cuestión hasta volvió a recaer en el mismo estado en que se encontraba en la primera
                  fase de la lucha, antes de la institución de la comisión, agravándose hasta el extremo de
                  renovarse  las  resistencias,  quejas,  negociaciones,  nombramientos  y  destituciones.  Así
                  pudo suceder que se desviara la atención de la finalidad suprema de una unidad absoluta
                  entre el pueblo y la iglesia y de la iglesia misma, para abrir camino a la lucha entre los
                  elementos  directivos  oficiales  de  la  iglesia  y  los  “cristianos  alemanes”,  que  fueron
                  estigmatizados por aquellos como herejes.



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