Page 34 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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“Confieso abiertamente que no puedo ver ningún buen síntoma en el espíritu con que se
hacen los negocios de la política europea cuando pienso en esta serie de pactos de la
más diversa índole acordados en últimos años, precipitándose los unos sobre los otros,
sistema este que no en vano se ha llamado pactomanía. La salud de Europa no puede
estar a merced de las alianzas y agrupaciones de potencias hechas según la oportunidad
del momento. Las tendencias políticas que corren en tal sentido no son más patentes del
sistema político que pesa sobre Europa por los tratados de 1919.
A la larga sería peligroso e inútil no reconocer y confesar claramente estos errores.
Mientras no se tenga el valor de mirar cara a cara los hechos y las necesidades
irrefutables, tratando de buscar un equilibrio de los intereses contrapuestos a base de
respeto mutuo e igualdad de derechos, mediante conversaciones categóricas de
Gobierno a Gobierno, no es posible imaginar la mejoría de la situación política
general.”
Como los intereses no son siempre de la misma clase, estima Adolfo Hitler que lo más
justo es contentarse siempre con un mínimo en este acuerdo bilateral, evitándose así que
la colaboración entre ambos países no fracase ante las exigencias irrealizables de los
pactos colectivos. Un acuerdo que aspira a algo grande sólo puede conseguirse
lentamente. El nacionalsocialismo reconoce el principio de la seguridad colectiva según
los métodos ginebrinos, siempre que se consiga de la misma manera que en el Tratado
de Locarno o bien como una combinación de pacto de asistencia y de revisión
conciliadora, con una ayuda suficiente en caso de legítima defensa y con un control de
paz hacia el aliado. El Canciller, en su discurso del 21 de mayo de 1935 sobre los 13
puntos para evitar la guerra, hizo las aclaraciones siguientes:
“El gobierno alemán está dispuesto en todo tiempo a participar en el sistema de trabajo
colectivo para asegurar la paz europea, pero estima necesario transigir con la ley del
continuo desarrollo eterno manteniendo abierta la posibilidad de las revisiones de los
tratados. Ve en un desarrollo metódico de los tratados un elemento para asegurar la paz,
y en el entorpecimiento de las modificaciones que requieran aquellos, un estancamiento
susceptible de provocar explosiones ulteriores.”
La política alemana cree que el peso de los tratados colectivos no debe recaer sobre una
ayuda militar aplicada inmediatamente en caso de guerra sino en las obligaciones de no
agresión. Las potencias afectadas por un conflicto deben consultarse entre sí para
suprimir las dificultades. Como medida preventiva contra la guerra, estas obligaciones
se podrían transformar en garantías de paz evitando que aparezca el peligro de
complicaciones, que tendría por consecuencia la aplicación del pacto de asistencia
propuesto por las otras potencias (el llamado Pacto Oriental).
En cuanto a la otra cláusula de Ginebra, ya conocida, de la “indivisibilidad de la paz”, le
parece peligroso al Führer hacer uso impropio de esta tesis como pretexto para
construcciones que sirven “menos a la paz general que, quiérase o no, a la preparación
colectiva para la guerra. La guerra mundial debería ser un aviso clamoroso”.
Con estas palabras alude Hitler a algunos pactos militares que, según su opinión,
contradicen el espíritu de la Sociedad de las Naciones; porque esta reconoce un pacto de
asistencia mutua para los distintos asociados bajo la sola condición de que esté sometido
al control de paz que ejerce la Liga.
“No creo -continuó diciendo Hitler en su discurso arriba citado- que Europa
sobreviviera por segunda vez a una catástrofe semejante sin padecer la más tremenda
conmoción. Pero esta puede ocurrir tanto más fácilmente cuanto que la red de
obligaciones internacionales, entre cruzadas unas con otras, debilitan cada vez más la
posibilidad de localizar los conflictos y aumentan el peligro de arrastrar consigo a
Estados y grupos dada vez más numerosos ...
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