Page 59 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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servicio activo no fue tratada por este decreto. El gobierno austríaco comunicó que estas
medidas fueron tomadas con un espíritu de reconciliación para dejar libre el camino a
todos los ciudadanos que, habiendo estado hasta aquel momento apartados, quisieran
colaborar en la reconstrucción de la patria y asegurar con ello la paz interior y exterior
del país.
Para la ejecución de las medidas convenidas, que fueron mencionadas en la declaración
oficial sobre la reunión en Berchtesgaden, algunos acuerdos más estaban a punto de
realizarse. Entre otros se pueden citar la reforma de la ley de prensa, por la cual debían
ser claramente delimitados los distintos puntos del Convenio de Prensa de julio de 1936,
y las disposiciones para la liquidación definitiva de las oficinas ilegales del partido
nacionalsocialista en Austria y las referentes a la cuestión de los legionarios austríacos
refugiados en Alemania, inclusive el trato al que serían sometidos en el caso de su
eventual regreso a Austria.
Al tomar posesión de su cargo, el Ministro Dr. Seyss-Inquart agradeció al Secretario Dr.
Skubl la buena voluntad para ayudarle en su labor haciendo constar que, como
anteriormente, continuaría con el cargo de jefe experto del departamento de Seguridad.
La posibilidad de volver a la unificación orgánica de la administración interior (esto es,
a la reunión del servicio de Seguridad con los otros negociados de la administración
interior), en relación con los resultados obtenidos en la conversación de los jefes de
ambos Estados alemanes, sea una prueba satisfactoria de que el camino para la
pacificación interior había comenzado con buen éxito. El ministro esperaba que los
empleados cumplirían su deber conforme a las tradiciones del pueblo alemán y de la
patria austríaca. La actitud política era cuestión que correspondía determinar a los
órganos competentes con arreglo a la constitución. El Dr. Seyss-Inquart no concedía a
nadie en Austria el derecho de velar por los intereses nacionales con mayor exactitud y
celo que él mismo.
Sobre la conversación de Berchtesgarden ambos signatarios no descuidaron de exponer
su parecer, pero mientras que la declaración de Hitler ante el Reichstag, el 20 de
febrero, mostraba claramente la firme voluntad de cumplir las obligaciones contraídas,
el discurso de Schuschnigg pronunciado cuatro días más tarde ante el Parlamento
austríaco, reunido en sesión extraordinaria, dejó la impresión, en todos los que tuvieron
ocasión de oírle, de que la interpretación era distinta a lo acordado.
Para convencerse es suficiente comparar ambos discursos.
El Führer dijo:
“Las dificultades, que se habían producido al implantarse el acuerdo del 11 de julio,
obligaron a intentar la eliminación de todas las equivocaciones y obstáculos que se
oponían a una conciliación definitiva. Pues, era evidente que una situación, que había
llegado a ser insoportable, un día podía convertirse, quisiéramos o no, en la causa de
una gravísima catástrofe. Ya no está más en el poder de los hombres el oponer
resistencia a una fatalidad que se ha puesto en marcha por desidia o torpeza. Me
complazco en hacer constar que esta realidad corresponde al criterio del canciller
austríaco, a quien invité a visitarme. Idea y propósito tenían por finalidad laxar la
tirantez de nuestras relaciones de tal modo que, dentro del marco de las leyes vigentes,
se le concedieran los mismos derechos de que gozan los demás ciudadanos también a
aquella parte del pueblo austro-alemán con ideología nacionalsocialista. En relación con
ello habría de producirse una gran acción pacificadora mediante una amnistía general y
una mejor inteligencia entre ambos Estados, gracias a una unión amistosa y más
estrecha en todos los campos de la colaboración política, personal y económica. Todo
esto es un complemento del acuerdo del 11 de julio. Ante el pueblo alemán quiero
expresar al canciller austríaco, desde aquí, mi sincero agradecimiento por la calurosa y
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