Page 64 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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el  deber  más  importante  en  estos  momentos  es  la  conservación  del  orden  y  la
                  tranquilidad  en  el  país.  Mantenéos  firmes,  uníos  y  ayudad  a  la  conservación  de  un
                  porvenir más feliz.”
                  Al  mismo  tiempo,  Seyss-Inquart  dirigió  al  Führer  y  Canciller  alemán  el  telegrama
                  siguiente: “El Gobierno provisional de Austria que, después de la dimisión del gobierno
                  Schuschnigg, considera como su misión la de restablecer el orden en el país, dirige al
                  gobierno alemán el apremiante ruego de apoyarle en su labor y de ayudarle a impedir el
                  derramamiento de sangre. Para este fin ruega al Gobierno alemán el envío inmediato de
                  tropas.”
                  En la noche del 11 al 12 de marzo de 1938, desde el balcón de la cancillería, fue dado a
                  conocer  por  el  Presidente  de  la  Confederación  el  nombramiento  del  nuevo  gobierno
                  nacionalsocialista, compuesto como sigue: Canciller y Ministro de la Defensa nacional,
                  Dr.  Artur  Seyss-Inquart;  Vice-canciller,  Dr.  Edmund  Glaise-Horstenau;  Ministro  de
                  Relaciones  Exteriores: Consejero  ministerial Dr.  Wilhelm  Wolf;  Ministro  de Justicia,
                  Dr.  Franz  Hueber;  Ministro  de  Educación,  Prof.  Dr.  Oswald  Menghin;  Ministro  de
                  Previsión social, Dr. Hugo Jury; Ministro de Hacienda, Dr. Rudolf Neumayer; Ministro
                  de  Agricultura,  Ing.  Anton  Reithaller;  Ministro  de  Comercio,  Dr.  Hans  Fischböck.
                  Además,  el  Presidente  de  la  Policía  de  Viena,  Dr.  Michael  Skubl  fue  nombrado
                  subsecretario de Estado y agregado al Canciller como su delegado en las cuestiones de
                  Seguridad.
                  El 12 de marzo, a las 12 en punto, el Dr. Goebbels dio lectura desde el Ministerio de
                  Propaganda de Berlín, en presencia de los corresponsales de la Prensa extranjera, a la
                  siguiente proclamación del Führer y Canciller de Alemania:
                  “¡Alemanes!
                  Con  profundo  dolor  hemos  sido  testigos,  desde  hace  muchos  años,  de  la  surte  de
                  nuestros compatriotas de Austria. Una unión histórica perenne, que por primera vez fue
                  interrumpida  el  año  1866  y  que  experimentó  una  nueva  confirmación  por  la  guerra
                  mundial, ha juntado a Austria, desde tiempos inmemoriales en la comunidad de destino
                  del pueblo alemán. Las penas que ese país ha sufrido, primero venidas de fuera y luego
                  surgidas  en  su  interior,  las  hemos  sentido  como  propias,  de  la  misma  manera  que
                  nosotros sabemos también que millones de austro-alemanes han sentido con la misma
                  aflicción las desgracias de Alemania.
                  Cuando  en  Alemania,  gracias  a  la  victoria  de  la  idea  nacionalsocialista,  la  nación
                  encontró de nuevo el camino para llegar a ser un gran pueblo orgulloso y consciente de
                  sí mismo, comenzó en Austria un nuevo período de sufrimientos y de las más amargas
                  tribulaciones.  Un  régimen,  al  cual  le  faltaba  toda  forma  legal,  intentó  mantener,
                  mediante los medios más brutales del terror y de las penas corporales y económicas, una
                  existencia rehusada por abrumadora mayoría del pueblo austríaco. Y así, nosotros, todo
                  un gran pueblo, tuvimos que ver que más de seis millones de seres de nuestra misma
                  raza fueran oprimidos por una minoría muy inferior en número que supo sencillamente
                  apoderarse  de  los  medios  necesarios  de  fuerza  para  ello.  A  la  privación  y
                  amordazamiento  políticos  correspondía  una  ruina  económica  del  país  que  estaba  en
                  tremenda  contraposición  con  la  prosperidad  de  la  nueva  vida  en  Alemania.  ¿Quien
                  podría  tomarlo  a  mal  que  estos  infelices  compatriotas  habrían  de  dirigir  su  mirada
                  ansiosa hacia Alemania, hacia aquella Alemania a la cual sus antepasados habían estado
                  unidos durante siglos, con la cual lucharon juntos en la más tremenda de las guerras de
                  todos los tiempos, cuya cultura era también su cultura, a la cual ellos mismos habían
                  contribuido con producciones propias del más alto valor? Ahogar estos sentimientos no
                  quería decir otra cosa que condenar a cientos de miles de seres humanos al sacrificio
                  espiritual más hondo. Si bien, hace unos años estos sufrimientos se podían llevar con



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