Page 61 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
P. 61
Los fundamentos de la estructura de nuestro Estado son tan claros y se han discutido tan
frecuentemente, la invariabilidad de aquella orientación, que bajo el signo de Dollfuss
se nos señaló de modo tan evidente, se ha recalcado ya tantas veces, que tampoco es
necesario ni repetirla ni subrayarla más en este momento. Yo exhorto a todos los
austríacos conscientes de los problemas actuales a comenzar desde el día de hoy una
nueva vida política común y efectiva en la cual, conservándose fieles a nuestros
principios, se le garantice a cada uno la mayor libertad posible, siempre que se mueva
dentro de los límites trazados por el Frente Patriótico, y dentro de los cuales nadie debe
temer coacción alguna sobre su opinión personal, mientras que no vaya contra las bases
y leyes fundamentales del Estado.
Pido, especialmente a los antiguos y fieles paladines del pensamiento austríaco, cuya
misión es en estos momentos más necesaria que nunca, el agruparse alrededor de la
bandera de la patria y mantenerla enhiesta, con celo incansable, siguiéndola
imperturbables, unidos y conscientes. A su obra corresponde en primera línea el llevar
adelante la actividad ineludible del Frente Patriótico en el país, ahora necesaria más que
nunca para arraigar en el corazón y en el pensamiento del último austríaco la noción de
los valores que están en juego. Es hora ya de arrojar al cuarto de los trastos viejos los
tópicos de una época pasada. Clerical y anticlerical son conceptos cuyas luengas barbas
blancas no debieran conmover más a los hombres conscientes de su tiempo y mucho
menos a los jóvenes; liberal, como su concepto antagónico, revolucionario, son ya
imágenes que sólo deben ser usadas cuando el que las emplea explica lo que con ellas
quiere decir. Pero quien habla de socialismo o de nacionalismo y quien ante el altar de
su pensamiento esté acostumbrado a reverenciar al socialismo nacional tenga presente
que la consigna en Austria no es nacionalismo o socialismo, sino “patriotismo”. Y todo
lo que sea sano entre los diversos pensamientos y programas encontrará sitio en el
primer movimiento nacional y social de la patria, en el Frente Patriótico”.
Como se ve, mientras que en Berlín se esperaba haber alcanzado la igualdad de
derechos para el Partido Obrero Alemán Nacionalsocialista austríaco, en Viena se creía
haber terminado con la oposición nacional mediante su admisión en el Frente Patriótico
cuya bandera era la de una susodicha “Austria independiente”. Por eso el discurso de
Schuschnigg se recibió en Alemania muy fríamente y no sin decepción. No obstante, se
creyó ver una cierta garantía en el hecho de que el correligionario Dr. Seyss-Inquart
tenía a su cargo la política interior de Austria.
Pero esta tergiversación por parte de Schuschnigg, si es que no se quiere hablar de
deslealtad, no hizo esperar por mucho tiempo su efecto fulminante.
Con motivo de una asamblea de los funcionarios pertenecientes al Frente Patriótico en
Innsbruck, el Canciller austríaco proclamó el 9 de marzo la celebración de un plebiscito
que habría de tener lugar el domingo siguiente y cuyo lema era: “Por una Austria libre y
alemana, independiente y social, cristiana y unida. Por la paz, el trabajo y la igualdad de
derechos de todos los que sean fieles al Pueblo y a la Patria.”
Schuschnigg, contra todo principio político, tomó esta decisión sin dar conocimiento de
ella al Gobierno y ni siquiera al ministro de la Gobernación bajo la autoridad del cual se
efectúan las elecciones en todas las naciones del mundo. Según rumores, al tomar tan
grave decisión, los consejeros de Schuschnigg eran el ministro de Educación Pública,
Perntner, el ex-ministro de Comercio, Stockinger, el alcalde-presidente de Viena,
Schmitz, y el Gobernador Civil de la Baja Austria, Reither.
Esta inaudita resolución no pudo menos que provocar en Berlín viva reacción, tanto en
los círculos políticos como en la prensa, ya que la consigna fijada para el plebiscito era
contraria al acuerdo de Berchtesgaden y a su espíritu de reconciliación y fue
considerada en Berlín como poco caballerosa. Pero la indignación creció cuando se
61