Page 72 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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pueblos, indicada por Wilson, se ha ejercido la más brutal opresión sobre millones de
alemanes. Aunque es imposible lograr para todos una reglamentación satisfactoria de la
situación territorial y demográfica de Europa, preciso es hacer constar que existen
Estados construidos de tal manera que llevan en sí el carácter de una injustificación
nacional, consciente y deseada, cuya conservación es posible sólo mediante el empleo
de la fuerza bruta.
Ejemplo de semejante violación del derecho de soberanía de 6,5 millones almas ha sido
la formación del Estado mutilado de Austria. Con todo, se dispuso, hace algunos años,
la celebración de un plebiscito sobre el Anschluss; dio un 95% de votos a su favor
prohibiéndose inmediatamente esta demostración pacífica. Lo trágico era que Austria
representaba un organismo completamente carente de viabilidad, en proporción desde
luego a su espantosa situación económica. Por consiguiente, no debe extrañar que
comenzara a propagarse entre los hombres conscientes de la idea nacional un
sentimiento de exasperación y de resolución fanática por terminar un día con estos
ultrajes. Cuando mayores hubiesen sido los intentos de estos seres oprimidos en
transformar su suerte, tanto más habría crecido el terror provocado por esa actitud. Era
natural que, al ver en continuo progreso la resurrección del Reich alemán, los
compatriotas tiranizados al otro lado de la frontera dirigieran su mirada hacia la gran
madre patria. De la misma manera la indignación creció también dentro del Reich a
medida que fueron conocidas las continuas persecuciones de que eran objeto los
alemanes que vivían en Austria.
Por esta razón, Hitler había decidido llevar a efecto la conocida entrevista de
Berchtesgarden. En ella expuso al Sr. Schuschnigg, de una manera precisa y formal, que
un régimen carente de toda legalidad estaría en conflicto cada vez más grave con la
voluntad diametralmente opuesta del pueblo, coartada de un lado por una repudiación
cada vez más intensa y por otro por una tiranía cada vez más feroz. Por último llegaría
un momento en que fuera imposible a una gran potencia tolerar estos hechos por más
tiempo.
Adolfo Hitler continuó:
“Categóricamente dije al Sr. Schuschnigg, de forma que no dejara lugar a dudas, que no
existe un sólo austríaco, con decoro nacional y pundonor, que no anhele, en lo más
íntimo de su corazón, la unión con el pueblo alemán. Le rogué ahorrar a la Austria
alemana, al Reich y a él mismo una situación que, tarde o temprano, habría de llevar a la
más serias complicaciones. En este sentido le propuse vías que podrían conducir a una
laxación paulatina de la tirantez interna y como consecuencia a una reconciliación no
sólo entre los habitantes mismos de Austria sino también entre ambos Estados
alemanes. Advertí al Sr. Schuschnigg que éste era el último intento por mi parte y que
estaba decidido, en caso de que fracasara, a salvaguardar los derechos del pueblo
alemán en mi patria austríaca con aquellos medios que en todos los tiempos han
quedado sobre esta tierra como último recurso cuando la inteligencia humana se cierra a
los mandamientos de la justicia.”
Ya en su primer discurso de contestación, Schuschnigg rechazó la mano que se le
tendía. Así entonces, era evidente que estaba decidido a romper el acuerdo de
Berchtesgaden.
El Führer se refirió luego al plebiscito proyectado por el Dr. von Schuschnigg y lo
calificó de impostura electoral sin precedentes y de atentado contra el acuerdo del 12 de
febrero de 1938 que se iba a perpetrar contra la mayoría del pueblo austríaco. Esta
deslealtad y estas medidas sólo pudieron haber tenido como consecuencia una
resolución y un espantoso derramamiento de sangre.
Adolfo Hitler continuó:
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